Últimamente, la visión de Viñoly ha dejado su huella en el cielo de Nueva York. Es el arquitecto detrás de 432 Park, un proyecto que cuando se termine de construir, en teoría este año, será el edificio residencial más alto del hemisferio occidental (y el tercer edificio más alto de Estados Unidos). Con 96 pisos y 425 metros de altura, la delgada torre ya se puede apreciar desde toda Nueva York.
El proyecto es uno de los más prominentes en la carrera de Viñoly, oriundo de Montevideo. Algunos arquitectos estrella, como Frank Gehry y Zaha Hadid, tienen estilos reconocibles, pero Viñoly admite que no busca la consistencia; intenta diseñar cada edificio para un contexto particular. Una estructura nueva afecta la cultura de una ciudad, observa, “desde deportes a planificación urbana y transporte, y hace que tu vida sea mejor o peor”. Viñoly intenta diseñar pensando en los intereses de la ciudad a largo plazo.
Cree que hoy en día hay demasiados arquitectos interesados en construir edificios que están de moda, una tendencia peligrosa, advierte, considerando la permanencia de la arquitectura. Opina que la gente debe visitar una estructura para sentirla de forma apropiada; un edificio no debería ser evaluado a través de las fotos. Algo que pasa muy a menudo hoy, lamenta, ante la proliferación de las críticas y el marketing. “En la actualidad, los edificios son recirculados y se vuelven conocidos y valorados, y también son juzgados en base a una experiencia que no es tridimensional”.
Cuando Viñoly diseña un edificio, lo primero que hace es analizar su función. Luego, intenta crear un plan que encaje con las necesidades de los usuarios, agregando elementos innovadores. “El producto realmente es la experiencia misma”, asevera. “No es un envoltorio sofisticado”.
De todos modos, 432 Park Avenue se ha convertido en un envoltorio de lujo: los apartamentos más baratos cuestan US$7 millones y el penthouse del último piso se vendió en US$95 millones. Algunos críticos han objetado su altura, como ha ocurrido con otros rascacielos en general.
Aunque su edificio se encumbra por sobre la arquitectura que lo rodea, sostiene Viñoly, su forma de cuadrados superpuestos es apropiada para el estilo del vecindario. “Es diferente sin ser diferente”, argumenta.
Al arquitecto uruguayo le gusta pensar en la vida histórica de sus proyectos. “La arquitectura es el único medio que no se puede apagar”, expresa. “Puedes ir al cine o no, y puedes leer un libro o no, pero con (los edificios) no tienes escapatoria”. Eso les confiere a los arquitectos una responsabilidad seria, razón por la cual Viñoly opina que sus colegas deberían desempeñarse más como traductores que guionistas, es decir deberían transmitir una visión para una ciudad, no imponer su estilo. “Todos se ofenden cuando digo eso”, reconoce, pero postula que los arquitectos que intentan imprimirle su sello a todos sus edificios ignoran que “en lo que trabajas no tiene absolutamente nada que ver con esta universalidad del marketing”.
Los arquitectos también deben ser más imaginativos, afirma Viñoly, aunque tengan en cuenta las formas en que la estructura será usada en la realidad. Recuerda haber sido juez en una competencia de arquitectura para un proyecto ferroviario en Arabia Saudita en que el arquitecto ganador fue el único que entregó un diseño de un viaducto. El resto, manifiesta, se centró en una entrada elaborada.
No siempre son los edificios más altos e imponentes los que tienen el mayor efecto en una ciudad, asegura. Menciona el Parque del Río Hudson, en Nueva York, y las zonas verdes que han aparecido alrededor de esa ciudad en los últimos años como espacios relativamente pequeños que, en conjunto, han transformado la sensación que ofrece la ciudad.
Fuera de Nueva York, Viñoly ha diseñado una serie de estructuras comerciales, incluidas instalaciones de nanotecnología y fábricas de grafeno. Cuenta que parte de la gracia de estos proyectos es reunirse con científicos y aprender sobre el trabajo cotidiano en cualquier especialidad. Cuando trabajó en un edificio para el Instituto de Matemáticas de la Universidad de Oxford, por ejemplo, los matemáticos le dijeron que necesitaban lugares donde hubiera silencio total. Así diseñó áreas de oficinas aisladas acústicamente debajo de los gigantescos techos de la estructura. “Debes responder a esos niveles de búsquedas intelectuales y eso no se relaciona en absoluto a si un edificio luce bien o mal en una foto”, asevera. “Debe ser un instrumento”.
Cuando está bien diseñado, un edificio “debería hacerte sentir elegante”, observa. Viñoly admira en especial al arquitecto italiano del siglo XVI Andrea Palladio, quien tomó prestadas ideas de los edificios religiosos de la antigüedad clásica para diseñar sus casas.
Al hacerlo, sostiene Viñoly, Palladio creó una idea de que “el espacio religioso puede ser ocupado por residentes”. Esa transformación de la iglesia en una vivienda “es alucinante”, dice. “Hay momentos en la cultura cuando el entorno físico se convierte en un activo compartido”.
Viñoly ya tiene residencias en EE.UU., Reino Unido y Sudamérica; ahora diseña el primer edificio que usará sólo para él y su familia, incluidos su esposa, tres hijos y nietos. La ubicación de este proyecto es un secreto. Afirma que el proceso de diseño fue incluso “mejor que el psicoanálisis”. Por primera vez, se permitió pensar en lo que quería diseñar para su propio uso. Sin embargo, no fue un proceso directo. “Hay un punto en el que pierdes la cuenta de (si) esto es algo que te gusta o no”, confiesa, por lo que su prioridad pasó a ser encajar la estructura en el paisaje. Como consecuencia, la casa tiene una forma alargada y curva, y todas las habitaciones tienen vista a las montañas y el mar.
“La buena indicación de que tuviste la suficiente suerte con lo que has hecho es cuando la gente se siente empoderada (y) muy feliz” con el producto final, explica. “La buena arquitectura te eleva”.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
0 comments:
Publicar un comentario