El Museo Guggenheim de Nueva York es uno de los proyectos icónicos de Frank Lloyd Wright. A continuación presentamos lo que vivió el emblemático arquitecto en el proceso de construcción del museo.
El primero de los museos Guggenheim, como es bien sabido, se encuentra en la ciudad de New York. Su fundador, Solomon R. Guggenheim, era hijo de emigrantes judíos suizos que se establecieron en Filadelfia hacia la mitad del siglo XIX. Solomon fue enviado a estudiar a Suiza y más tarde se ocupó de los asuntos de la familia en México, Chile y finalmente en Alaska, donde fundaría la Yukon Gold Company. Se casó con Irene Rosthchild quien le introdujo en el mundo del arte contemporáneo a través de su amiga, la pintora alemana Hilla Rebay. En 1919 se retiró de los negocios para dedicarse a su colección de arte, y en 1937 creó la Fundación Solomon R. Guggenheim para apoyar el desarrollo y difusión del arte moderno.
El Museum of Non-Objective Painting abrió el 31 de Mayo de 1939, fundado y dirigido por Guggenheim y Rebay. El museo poseía arte abstracto americano y europeo. Pero para el gran proyecto de la colección Guggenheim, Hilla Rebay buscaba un arquitecto “amante del espacio, un hombre agitador, experimentador y sabio”. Y encontró a Frank Lloyd Wright, quien entregó un boceto que colmaba sus expectativas con un concepto radicalmente nuevo.
Frank Lloyd Wright inició el proyecto del museo neoyorkino en 1943 pero las obras no se iniciarían hasta 1956 debido a los sucesivos cambios de emplazamiento que tuvo. Si se miran los dibujos del arquitecto, parecen pertenecer a un edificio de finales del siglo XIX. Las plantas, sin embargo, salvo por la ausencia de color, son dibujos en blanco y negro, recuerdan a algunos cuadros de Paul Klee o Kandinsky, ambos amigos de los Guggenheims. El volumen exterior tiene la fuerza y la síntesis del racionalismo más estricto, mientras que en los espacios interiores hacen pensar que pertenecen a un edificio clásico.
La gran novedad es la propuesta funcional del museo. Hasta entonces, en los proyectos museísticos, no se había puesto el énfasis en los recorridos, cosa que Wright, gran innovador de la arquitectura de la primera mitad del siglo XX, lo convierte en el asunto principal del proyecto junto con la iluminación de los espacios expositivos, para los que se busca la luz cenital, que es la luz más homogénea y adecuada para estos edificios. El Museo Guggenheim es una síntesis de luz cenital y sistema de recorridos. La forma del edificio, con esos volúmenes puros y abstractos, resulta una propuesta formal arriesgada incluso para la New York de los años 50.
Frank Lloyd Wright estaba al corriente de lo que estaba ocurriendo en la Europa de la posguerra al igual que los arquitectos europeos que no emigraron a Estados Unidos estaban atentos a las investigaciones de los arquitectos americanos. Para todos ellos Wright era la gran referencia. Ese cono invertido rasgado en bandas, que aparenta ser horizontal y no traduce al exterior su suave pendiente descendente, apoyado sobre la gran bandeja que ocupaba la totalidad de la parcela, debió de producir un impacto visual importante en la gran manzana, donde la aspiración en aquellos años era la ascensión hasta arañar los cielos.
Frank Lloyd Wright no vio su edificio terminado. Murió unos meses antes de su conclusión en 1959. El edificio se convertiría en un símbolo de la ciudad y en una de las principales obras del arquitecto. Solomon R. Guggenheim murió diez años antes de ver su obra terminada. La fortuna quiso que su nombre quedara ligado para siempre al mundo del arte moderno y de la arquitectura del siglo XX. También en el XXI la fortuna le sigue sonriendo.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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