En México la arquitectura moderna fue una auténtica revolución; fue una esperanza. Una de las agradables sorpresas en esta Bienal es que, gracias a la atinada y oportuna intervención de las autoridades de Conaculta, el pabellón de México está ahora dentro de la sede principal.
El concurso para diseñarlo —con el tema de la Bienal: Absorbiendo la modernidad: 1914-2014— fue ganado por el grupo dirigido por Luby Springall y Julio Gaeta. El restringido presupuesto los obligó a realizar un pabellón “minimalista” que es una sobria presentación de la arquitectura realizada en México durante los últimos 100 años.
El guión temático de Catherine Ettinger tomó la frase de Octavio Paz: condenados a ser modernos; que tiene un tono dramático como maldición bíblica. Sin embargo en México la arquitectura de la modernidad no fue así, fue una auténtica revolución, vital y variada; fue una esperanza, no una condena.
Es significativo que Octavio Paz, cuyo centenario de nacimiento se celebra este año, reflexionara también sobre la absorción de la modernidad, en Los hijos del limo (1974), y en su discurso al recibir el Premio Nobel (1990). En ellos Paz esclareció la noción de modernidad, que también ha sido fundamental para definir la arquitectura mexicana desde el final del siglo XIX: Lo moderno no se caracteriza únicamente por su novedad, sino por su heterogeneidad… la modernidad está condenada a la pluralidad: la antigua tradición era siempre la misma, la moderna es siempre distinta.
Esa diversidad y pluralidad permitió que algunos arquitectos mexicanos superaran la parálisis del tradicionalismo, construyendo edificios modernos, integrados a su lugar y a su cultura; con una vitalidad que falta en muchos de los edificios actuales y que, además, es una dirección para superar el estancamiento —a nivel mundial— de la actual arquitectura escenográfica. Tarea que Paz definió al final de su discurso: Volví a mi origen y descubrí que la modernidad no está afuera, sino adentro de nosotros.
La selección del tema: la absorción de la modernidad revela la actitud cínica de Rem Koolhaas, que aclaró: … no significa que la absorción sea algo agradable; más bien es la manera en la que un boxeador absorbe un golpe de su enemigo. La frase revela la disociación de Koolhaas, que al mismo tiempo es un seguidor, que se ha beneficiado de la modernidad institucionalizada, y también es un lúcido crítico de los golpes de su admirado enemigo. Una posición ambivalente que Oscar Wilde definió con enorme talento: ciertamente no soy un cínico, sólo tengo experiencia; que casi es lo mismo.
En algunos pabellones es interesante constatar diversas actitudes críticas ante la modernidad: fundamentalismos y otras modernidades árabes: de Arabia Saudita; Modernidad: promesa o amenaza, de Francia; Controversias monolíticas: de Chile; Nuestro pasado es nuestro futuro: de Rusia; Modernidad y tradición: de Brasil; y además en el de México. Aunque es evidente que esa crítica depende de la visión cultural de cada país, lo que fue sorpresivo es que el jurado premió el diseño y contenido de pabellones relativamente modestos: Corea con León de Oro, por La vista del cuervo; y el de Chile, con León de Plata.
La frase más incómoda sobre la intención de esta Bienal la dio —desde su nube— el mismo Koolhaas: … en este siglo se ha visto frecuentemente que los arquitectos ignoran los edificios y renuncian a su control, alejándose en una nube de irrelevancia poética.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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