El encargo era aparentemente simple: construir un lugar en el cual comer y cocinar al aire libre, es decir, lo que tradicionalmente conocemos como quincho.
Las particularidades del sitio, un lugar semi-rural con dos casas y una piscina, determinaron las decisiones del proyecto. Como un parásito el proyecto se adhiere a una piscina existente a través de una plataforma de madera que la envuelve completamente y extendiéndose hacia un campo de maíz contiguo. Sobre esta plataforma, pero en sentido transversal, se posa un pequeño pabellón que se abre físicamente hacia la piscina al oriente y visualmente hacia los maizales al poniente.
En este pabellón la luz es sitiada, enrejada, para hacerla sombra, filtrada por una especie de parrón vertical, de esos que se dispersas por los campos y permiten ver pasar el día bajo una agradable sombra.
En su interior un asador es el único artefacto que insinúa su utilidad, todo lo demás es solo aire y sombra.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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