El pasado lunes 4 de marzo, el Museo de Arte de Río (MAR) abrió sus puertas. En plena zona portuaria y cercado por algunos de los barrios más arrabaleros y deprimidos del centro de Río, el nuevo espacio financiado por la alcaldía y algunos patrocinadores nace con la ambición de convertirse en un museo-escuela (o escuela-museo, según se mire) de referencia para la educación artística de los “desposeídos”, según su director, Paulo Herkenhoff.
Firmado por el estudio carioca Bernardes + Jacobsen, el nuevo museo está formado por dos pabellones de tamaño similar y estéticamente antagónicos. Con una superficie total de 15.000 metros cuadrados, ambos están integrados por una pasarela y tocados por una suerte de toldo de hormigón suspendido sobre columnas que evoca a las ondulaciones de la superficie marina.
Especialmente osado resulta el contraste de estilos de los dos pabellones: uno es el palacete João VI, inaugurado en 1916 y de estilo ecléctico, antigua sede del Departamento Nacional de Puertos, Lagos y Ríos, cuya fachada e interiores han sido recuperados minuciosamente por un equipo de restauradores. Dentro de estas paredes el MAR cuenta con ocho salas distribuidas en cuatro pisos donde se alternarán las exposiciones temporales.
La edificación contigua, de estilo moderno, albergó antaño una terminal de autobuses, el hospital de la Policía Civil y posteriormente la siniestra comisaría de la Policía Política durante la dictadura brasileña (1964-1985). Hoy, las salas de tortura y los calabozos han mutado en la Escola do Olhar (Escuela de la Mirada), “un ambiente dedicado a la provocación de experiencias, colectivas y personales, dirigido principalmente a la formación continua de los profesores de las escuelas públicas de Río”.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
0 comments:
Publicar un comentario