Resulta complejo establecer juicios de valor sobre un edificio, sin ser influidos por factores de empatía personal. Gran parte de los más renombrados críticos de la arquitectura, en mayor o menor medida, han sucumbido a estos factores sin que ello disminuya un ápice su capacidad de análisis sobre determinada obra.
Dejando de lado parámetros como la funcionalidad y la técnica constructiva, las apreciaciones que pueden establecerse sobre la estética de las formas arquitectónicas, para su beneficio o no, están teñidas de un inevitable tinte personal.
Para Lipps, “las formas arquitectónicas, y las geométricas en general, tienen una actividad mecánica en potencia, que estimula reflejos psicológicos análogos en el observador”.
Tomando en consideración estos conceptos, es posible que cierto tipo de arquitectura estimule efectos indeseables cuando se asume el rol de espectador. Culto a la novedad, la fealdad o la ilógica constructiva, en los últimos años se suceden diseños de edificios cuya simulación de su propia inestabilidad genera incomprensibles estímulos negativos, que van más allá de la buena o mala calidad de los espacios que contienen.
Tal el caso del centro comercial Krzywy Domek construido en Sopot, Polonia, que busca captar la atención a partir de una fachada que se “desinfla” creando un efecto de fragilidad suprema. Si la intención de destacar el edificio del resto de las edificaciones se fundamenta en mostrarlo colapsado, desalineado, causando una sensación de riesgo en el espectador.
Mas desafortunado aún es el Ripley Buiding construido en Ontario, Canadá, que asemeja estar al borde del colapso producto de las consecuencias indeseables de la acción de un movimiento sísmico, decisión de diseño que debe considerarse al menos desafortunada, teniendo en cuenta la cantidad de situaciones reales que sobrellevan miles de personas anualmente, por las acciones intempestivas de estos movimientos telúricos.
Algunas obras de Frank Gerhy transitan caminos similares a los que describimos en los casos anteriores, como el Centro Lou Ruvo de Las Vegas, un edificio que asemeja un bollo gigante de papel brillante, más cerca de parecer un despojo urbano que una escultura habitable, tal como es característico en su obra.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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