Ribadeo se encuentra en la esquina noreste de Galicia, frontera con Asturias, en la ría del mismo nombre. Tiene unos nueve mil habitantes, vocación terciaria, casco histórico protegido, puerto y muchas posibilidades debido a su posición estratégica en la cornisa cantábrica.
El entorno de la playa de las Catedrales es el segundo punto más visitado de Galicia. Lugar habitual de veraneo no solo de la provincia sino ya de otras partes de España. La relación entre puerto y casco histórico presenta un escollo difícil de salvar: más de veinte metros de desnivel entre ambos, que se acercan a los cuarenta si consideramos la plaza del ayuntamiento.
Resulta difícil articular un entorno en el que los dos principales focos de atracción se encuentran en planos paralelos. Recorridos que no se cruzan; dos mundos en uno. A la gente del casco le resulta incómodo bajar al muelle, pero tampoco los turistas que atracan en el puerto fácilmente suben.
Cómo conectar ambos mundos; cómo convertir el desnivel que se aprecia en las fotografías en rótula de conexión. El ayuntamiento lanza la pregunta a través de un concurso de ideas, nunca mejor empleado el término. No hay un presupuesto cerrado, ni un programa de necesidades claramente definido; ni siquiera un emplazamiento concreto. Simplemente hay un problema que resolver.
La propuesta ganadora, además de dar una apropiada solución al problema tiene un claro componente escultórico que hace que el sitio se vea incluso más atractivo.
El material se integra en la ladera, como un trozo recuperado de la antigua muralla. Hormigón negro con textura de pizarra. Vocación evidente de integración. Por un lado el color, casi siempre en sombra. Por otro la textura, habitual en la zona. Brillantes las cubiertas, de hormigón negro pulido, recuerdo de los tejados de pizarra.
El entorno de la playa de las Catedrales es el segundo punto más visitado de Galicia. Lugar habitual de veraneo no solo de la provincia sino ya de otras partes de España. La relación entre puerto y casco histórico presenta un escollo difícil de salvar: más de veinte metros de desnivel entre ambos, que se acercan a los cuarenta si consideramos la plaza del ayuntamiento.
Resulta difícil articular un entorno en el que los dos principales focos de atracción se encuentran en planos paralelos. Recorridos que no se cruzan; dos mundos en uno. A la gente del casco le resulta incómodo bajar al muelle, pero tampoco los turistas que atracan en el puerto fácilmente suben.
Cómo conectar ambos mundos; cómo convertir el desnivel que se aprecia en las fotografías en rótula de conexión. El ayuntamiento lanza la pregunta a través de un concurso de ideas, nunca mejor empleado el término. No hay un presupuesto cerrado, ni un programa de necesidades claramente definido; ni siquiera un emplazamiento concreto. Simplemente hay un problema que resolver.
La propuesta ganadora, además de dar una apropiada solución al problema tiene un claro componente escultórico que hace que el sitio se vea incluso más atractivo.
El material se integra en la ladera, como un trozo recuperado de la antigua muralla. Hormigón negro con textura de pizarra. Vocación evidente de integración. Por un lado el color, casi siempre en sombra. Por otro la textura, habitual en la zona. Brillantes las cubiertas, de hormigón negro pulido, recuerdo de los tejados de pizarra.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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