La arquitectura para el consumo es sin duda un fenómeno emergente en el mundo globalizado, que ha trastocado muchos de los dogmas de nuestra profesión. En primer lugar, se enmarca mejor en lo que se denomina comúnmente arquitectura efímera.
Una arquitectura que como bien su nombre lo dice, es una arquitectura fugaz destinada a desparecer. Una arquitectura con fecha de vencimiento, que cuando pasa de moda se desarma y desaparece de la faz de la tierra.
Si bien el concepto de lo efímero va ligado generalmente a obras de presupuesto reducido, de estructura ligera, transitorias y con fines generalmente simbólicos, en el caso de la arquitectura para el consumo estos supuestos generalmente tienden a distorsionarse.
El desafío que plantean estos encargos es el de competir por llamar la atención en un medio inestable y en constante cambio. La arquitectura efímera en general está ligada a un determinado acto, a una determinada conmemoración o a una determinada representación.
Dicha arquitectura para el consumo se realiza en un escenario hostil, donde todo cambia y donde lógicamente el consumidor es y debe ser considerado como el centro de atención; donde la moda y las tendencias definen los criterios, donde todo es efímero pero debe dar –al menos– la apariencia de permanente y donde muchas veces el contexto es una especie de frente de batalla donde luchan distintos creativos, compitiendo por gritar más fuerte que el vecino. No hay que olvidar tampoco que su único fin es el lucro; por esto mismo la presión a la que se somete a los arquitectos que la desarrollan es a veces insoportable, y en general ellos no han sido entrenados para manejarla.
Una arquitectura que como bien su nombre lo dice, es una arquitectura fugaz destinada a desparecer. Una arquitectura con fecha de vencimiento, que cuando pasa de moda se desarma y desaparece de la faz de la tierra.
Si bien el concepto de lo efímero va ligado generalmente a obras de presupuesto reducido, de estructura ligera, transitorias y con fines generalmente simbólicos, en el caso de la arquitectura para el consumo estos supuestos generalmente tienden a distorsionarse.
El desafío que plantean estos encargos es el de competir por llamar la atención en un medio inestable y en constante cambio. La arquitectura efímera en general está ligada a un determinado acto, a una determinada conmemoración o a una determinada representación.
Dicha arquitectura para el consumo se realiza en un escenario hostil, donde todo cambia y donde lógicamente el consumidor es y debe ser considerado como el centro de atención; donde la moda y las tendencias definen los criterios, donde todo es efímero pero debe dar –al menos– la apariencia de permanente y donde muchas veces el contexto es una especie de frente de batalla donde luchan distintos creativos, compitiendo por gritar más fuerte que el vecino. No hay que olvidar tampoco que su único fin es el lucro; por esto mismo la presión a la que se somete a los arquitectos que la desarrollan es a veces insoportable, y en general ellos no han sido entrenados para manejarla.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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