ARQUITECTURA JAPONESA
Es más naturalista que sus hermanas orientales, la India y la China. Estas son más aisladas y desprovistas del entorno natural. En cambio la arquitectura japonesa no tiene sentido sin el jardín, los cerezos, el lago, la piedra, el paisaje evocador. Y es a la vez más cautivadora, a la que importan menos las proporciones y el tamaño, para lo cual la revisten de todos los accesorios que la hagan más atrayente. Lo que pierde en técnica constructiva, lo gana en la impresión del conjunto y en la ascesis del espíritu.
Durante mucho tiempo, las religiones y culturas de esta parte del mundo se interrelacionan fuertemente, y con ellas van evolucionando las arquitecturas que les son propias.
LA CASA JAPONESA
La forma de construir de los japoneses, como otras muchas manifestaciones vitales, se ve impregnada por los conceptos axiomáticos de su cultura. La arquitectura, sea civil, religiosa, militar, etc., mantiene conexiones con la vida conceptual y espiritual de los pueblos, su herencia e historia.
Hay que mencionar el origen continental, chino y coreano, de muchas formas culturales consideradas después como puramente japonesas y las influencias filosóficas y religiosas del shintoismo, taoísmo, confucionismo y budismo, para poder entender las formas básicas y la evolución posterior.
A esto hay que sumarle la influencia fundamental del clima, el ritmo de las estaciones y los condicionamientos económicos y sociales de cada región de Japón.
las viviendas rurales le dan preferencia a materiales naturales como los troncos con sus cortezas que formaban los muros exteriores y los tejidos de paja para los divisores interiores.
Otra innovación importante es la ceremonia del té y el lugar donde se celebraba; su finalidad era pasar el tiempo con los amigos amantes de las artes, liberando la mente de las preocupaciones de la vida cotidiana y tomar un té cuidadosamente preparado y servido con refinamiento y gusto exquisito en un precioso cuenco. Para las casas de té se adoptó la estética aparentemente simple de las viviendas rurales, dando preferencia a materiales naturales, como troncos de árboles para los muros exteriores y los tejidos de paja para las divisiones interiores.
Como respuesta al clima militar de la época se desarrollaron dos nuevas formas de arquitectura: el castillo, construcción defensiva que, en tiempos convulsos, servía de alojamiento al señor feudal y a sus soldados, y el shoin, pabellón de recepción y zona de estudio privada que reflejaba las relaciones entre el señor y los vasallos dentro de la sociedad feudal. El castillo de Himeji (cuya forma actual data de 1609), conocido popularmente como castillo de la Garza Blanca, es una de las construcciones más bellas del periodo Momoyama.
El castillo de Himeji, en la prefectura de Hyogo, Japón, fue construido a partir del siglo XIV y restaurado en 1609. El edificio está hecho de madera revestida de yeso blanco, sobre un enorme muro de piedra levantado con una finalidad defensiva. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993, su estructura combina la solidez y la elegancia.
El palacio Katsura en Kioto, Japón, fue construido entre 1620 y 1662, durante el periodo Edo, por una familia de príncipes imperiales. El palacio es una de las obras maestras de la arquitectura tradicional japonesa, construido en madera, paneles de papel móviles, llamados shoji, y una planta irregular que integra el jardín circundante. Observamos también cómo las antiguas familias aristocráticas mantuvieron su status como custodios de una tradición estética mucho después de que su poder político hubiera sido usurpado por los daimyo y los sogunes militares. Los jardines del entorno tienen estanques ornamentales y un salón de té para cada estación del año.
El palacio imperial de Katsura combina elementos de la arquitectura clásica japonesa con elementos innovadores. Todo el conjunto está rodeado de un bello jardín con senderos para pasear.
ARTE JOMON Y YAYOI
La primera civilización importante fue la de los Jomon (en japonés, “huella de cuerdas”, c. 10000-300 a.C.). Se caracteriza por la fabricación de figuritas de arcilla llamadas dogu y vasijas decoradas con motivos que recuerdan a una cuerda, lo que dio origen a su nombre
ARTE KOFUN O DE LOS GRANDES TÚMULOS
La tercera etapa de la prehistoria japonesa es el periodo Kofun o de los grandes túmulos (c. 300-710 de nuestra era). Se llama así por la construcción de imponentes estructuras de un enorme volumen. La mayor de todas, la tumba de Nintoku, tiene unos 460 m de largo y más de 30 m de alto. . Los objetos artísticos de la época son los espejos de bronce (símbolos de las alianzas políticas) y las esculturas de arcilla llamadas haniwa, que se levantaban en el exterior de las tumbas.
Estas tumbas, a muchas de las cuales hoy en díatodavía no se puede acceder por la prohibición del gobierno japonés, se llenaban de espejos, piedras preciosas, espadas, armaduras, hachas, sierras, hoces, y las figuras de barro que se conocen como haniwa.
ARTE ASUKA Y NARA
durante los siglos VII y VIII, el principal foco de contacto entre Japón y el continente asiático fue el budismo.
Las primeras construcciones budistas que aún se conservan en Japón (los edificios de madera más antiguos del Lejano Oriente) se encuentran en el templo de Horyu-ji, un complejo religioso al suroeste de Nara. El monasterio, construido en los comienzos del siglo VII como templo privado del regente Shotoku Taishi, consta de 41 pabellones independientes. De entre ellos, los más importantes (el salón de culto principal o kondo, salón dorado, y la gojunoto, pagoda de cinco plantas) están en el centro de una zona abierta rodeada de un claustro cubierto. El kondo, al estilo de las salas de culto chinas, es una construcción de dos plantas, con postes y vigas, coronada por un irimoya o tejado de cuatro aguas de azulejos.
En el siglo VIII la construcción de templos se centraba en Nara, alrededor de Todai-ji, el complejo religioso más ambicioso levantado en los primeros siglos de culto budista, como sede central de una red de templos situados en cada una de las provincias. El Buda de 16,2 m (terminado en el 752) que está ubicado en el salón principal, o Daibutsuden, simboliza la esencia del budismo, de la misma manera que el Todai-ji representa la observancia religiosa apoyada por el estado y su diseminación por todo Japón. Sólo quedan algunos fragmentos de la estatua original y tanto el salón como el Buda que se pueden contemplar en la actualidad son reconstrucciones del periodo Edo.
Caligrafía y pintura
el Kegon Engi Emaki es una combinación de textos, escritos con la mayor cantidad posible de sílabas de fácil lectura, y de ilustraciones en las que los diálogos entre los personajes están escritos al lado del orador, siguiendo una técnica comparable a las tiras comicas de hoy.
Este rollo de pergamino es un ejemplo de la caligrafía japonesa.
Aunque la caligrafía está considerada generalmente
como una forma de escritura, en Japón fue aceptada
también como una forma artística. Las letras y la
figura del sabio están realizadas con tinta, utilizando un pincel.
Los sellos rectangulares están hechos con tampones y tinta roja.
los artistas japoneses que trabajaban para los templos Zen y para el sogunado, no sólo en lo relativo a los temas, sino en el uso del color, que pasó de la brillantez del estilo Yamato-e a los tonos monocromos característicos de la escuela china. Un ejemplo típico de la pintura primitiva Muromachi es la obra del sacerdote-pintor Kao (activo a principios del siglo XV) en la que representa al legendario monje Kensu (Hsien-tzu en chino) en el momento de su iluminación. Este tipo de pintura se realizaba con pinceladas rápidas y un mínimo de detalles.
Halcones y garzas
Sesshu, artista y sacerdote budista zen, fue uno de los artistas más importantes del periodo Muromachi (1333-1568). En el siglo XV pintó Halcones y garzas, donde se observa la influencia china del estilo de pintura monocromática. Sus delicadas composiciones paisajísticas y su pincelada espontánea reflejan el dominio de Sesshu del estilo chino Ma-Xia de la pintura paisajística.
Otani Oniji como Eitoku
Otani Oniji como Eitoku es uno de los numerosos grabados hechos en madera por Toshusai Sharaku entre 1794 y 1795 durante el periodo Edo de Japón. Representa a un actor del kabuki pintado en el estilo Ukiyo-e ('mundo flotante'). Los grabados en madera alcanzaron su cumbre en el arte japonés de los siglos XVIII y XIX.
La hora del jabalí
La hora del jabalí (c. 1790) del artista japonés Utamaro es un grabado en madera que pertenece a la escuela Ukiyo-e. La obra muestra a una prostituta sirviendo sake a un cliente mientras su doncella se inclina sobre la tetera. Pertenece a la serie de xilografías sobre los burdeles titulada Doce horas en las casas verdes.
Por iiarquitectos
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