El Presidente posee una casa en Las Lomas, DF, con valor de USD 7 millones. Fue construida a su gusto por Grupo Higa, una de las empresas que ganó la licitación del tren México-Querétaro, y que antes levantó obras en Edomex, cuando él fue gobernador.
Una las empresas nacionales era Constructora Teya, que pertenece a Grupo Higa, la cual edificó obras millonarias para el Estado de México cuando Peña Nieto fue su gobernador.
Sin embargo, hay algo más que demuestra la estrecha relación de Peña Nieto con Grupo Higa: una casa en Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México. Es la “casa blanca” de Enrique Peña Nieto.
La residencia –con un valor aproximado de 86 millones de pesos, unos 7 millones de dólares (al tipo de cambio de julio pasado), según un avalúo independiente contratado para esta investigación (Descarga el avalúo aquí)– es propiedad de Ingeniería Inmobiliaria del Centro, una empresa que pertenece a Grupo Higa.
Grupo Higa, a través de su filial Constructora Teya, integra el consorcio de empresas nacionales y extranjeras al que le fue revocada la licitación para construir el tren de alta velocidad México-Querétaro.
La investigación comprueba que el Estado Mayor Presidencial (EMP) resguarda la casa de Sierra Gorda 150, y que el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa participaron, personalmente, con el arquitecto que diseñó la residencia, para que el trazo se ajustara a sus necesidades familiares.
La casa tiene estacionamiento subterráneo, planta baja y nivel superior con tapancos. Un elevador conecta todos los niveles. El jardín tiene sala y comedor techados. En un inicio, la azotea tenía jacuzzi y bar, pero la casa ha sido modificada en esta área.
La planta baja tiene piso de mármol. En el primer piso, están las recámaras: en un ala están seis para los hijos de la familia, mientras que en la otra está la habitación principal con vestidor, baños separados y área de spa.
El color blanco cubre toda la casa, la cual tiene un sistema de luces para crear ambientes: puede tornarse rosa, naranja o violeta. Desde la calle pueden observarse las dos palmeras que crecen en el jardín.
El proyecto
Descripción del despacho: México es un territorio custodiado por el Sol. ¿Cómo no aprovechar, entonces, ese patrimonio y hacerlo protagonista, cómplice del espacio arquitectónico?, ¿cómo no permitir que en nuestros interiores habite su poderosa presencia?, ¿cómo no utilizar la luz natural para generar atmósferas y sensaciones? El sol es al arquitecto lo que la brújula al navegante; es el punto de partida, el principio orientador de todo proyecto.
Cuando ves un terreno, lo primero que tienes que averiguar es por dónde sale el sol y por dónde desaparece; por dónde quieres que entre durante el verano y por dónde en el invierno. Hay que atrapar al sol, manipularlo, seducirlo, guardar su luz, no dejar que se disperse, matizarla para los interiores. Esta habilidad —el arte de contener luz— convierte al arquitecto en traductor, una suerte de alquimista. La latitud —como en la navegación— es el marco de referencia de la arquitectura.
En la Ciudad de México, por ejemplo, la casa se calienta hacia el sur: luz continua, contundente, luz que dura todo el sol. La luz del poniente, en cambio, tiene otro color y otra duración. Sin lugar a dudas, la latitud colorea al mundo. La latitud y una de sus consecuencias, el clima, son factores generadores de costumbres, de características culturales, de cosmogonías. La luz es una constante.
Cuando se distorsiona, cuando se modifica en su frecuencia o en su longitud de onda, se logran diferentes colores y tonalidades: luz amarilla, azul, blanca. Entonces, el arquitecto dibuja, pinta con luz; la toma del amanecer o del atardecer y permite que irrumpa en los espacios, que se refleje en los muros como si éstos fueran lienzos.
Uno de los aspectos más notables del trabajo de Luis Barragán radica en el manejo de la luz. Muchos arquitectos mexicanos contemporáneos han hecho de ella una herramienta indispensable, han recorrido ese camino y recreado esa enseñanza. También la luz puede resultarnos un enigma, pues en ella hay mucho más que aquello de lo que nos damos cuenta. Entenderla implica desentrañar los conceptos de espacio y tiempo.
Este último es fundamental en la arquitectura, pues el destiempo, su opuesto, es el plano; el equivalente a un gráfico bidimensional, una visión estática del espacio. Es la parte conceptual que dice en líneas lo que el arquitecto quiere hacer: su idea, su proyecto. Lo único que da vida a ese plano en el espacio es el tiempo. La arquitectura es movimiento. Cada espacio es parecido a una nota musical, y la secuencia de esas notas se traduce en ritmo.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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