Como guerreros acorazados, los edificios de Frank Gehry pasean su piel de titanio por los paisajes urbanos. Brillantes superficies aladas que conquistan la plaza más difícil, la memoria de las ciudades, contagiando a los transeúntes la libertad con la que el genial arquitecto las concibió.
Nueva York, Los Ángeles, Berlín, China, Corea, Bilbao, Álava, Chicago, desde museos a sedes bancarias pasando por bodegas, hoteles y hospitales. Bajo el nombre de Frank Gehry, el Centro Pompidou de París ofrece la primera retrospectiva general en Europa de la obra del arquitecto, que este año recibe además el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
225 proyectos y 67 maquetas de edificios públicos y privados que han devenido iconos de la arquitectura serán accesibles al público desde el 8 de octubre al 26 de enero. La exposición gira en torno a dos ejes: el urbanismo y el desarrollo de nuevos sistemas de fabricación y diseño digital.
Frank Gehry recorre en seis secciones la carrera del arquitecto, desde 1962, cuando creó su propia agencia en Santa Mónica, hasta el momento actual, en el que su arquitectura ha logrado expresarse en un lenguaje propio y reconocible.
La residencia Lewis (1985-95) y el Museo del Diseño Vitra (1987-89) abrirán el camino hacia la formulación de un estilo diferente que Gehry consolida en la última década del siglo XX. Actúa sobre las formas. Si el aspecto es lo identificable, es el vínculo lógico a la identidad. Si el edificio tiene un nombre, debe ser reconocible. Y las construcciones de Gehry lo son fuera de toda duda.
En esos años el autor se desmarca definitivamente de los límites impuestos por los sistemas de construcción y se emancipa de los racionalismos y de la herencia posmoderna del pop. Desarrolla su propio concepto de unidad del objeto arquitectónico y de la continuidad del mismo con su entorno. Deconstruye el espacio, da alas a la apariencia y convierte el edificio en una identidad orgánica.
A esa época pertenecen los museos Guggenheim en Bilbao (1991-97) y el Frederick Weissman de Arte y Enseñanza en Minneapolis (1990-93). El arquitecto depura a partir de ahí las técnicas constructivas que le permiten explorar el modelado del espacio mediante superficies envolventes metálicas, siendo un exponente especialmente atractivo la bodega y hotel Marqués de Riscal en la Rioja Alavesa (1999-2006).
Una obra creciente
Panamá inauguraba el pasado 30 de septiembre el primer museo mundial de biodiversidad, la última obra del arquitecto canadiense y su primera firmada en América Latina. La colorida edificación, situada en la entrada del Pacífico del Canal, narra cómo el surgimiento del istmo panameño, hace tres millones de años, cambió la conformación física y biológica del mundo. El proyecto también se encuentra accesible en el Pompidou.
También recién estrenado es el edificio de la Fundación para las Artes de Louis Vuitton (2005-14) en Paris, que ha servido de marco para la celebración de la semana de la moda parisina en el incomparable escenario del Bois de Boulogne.
Máximo representante del deconstructivismo, ganador del Pritzker en 1989, la corriente más funcional y cartesiana de la arquitectura reprocha a Gehry que sus edificios desperdician recursos estructurales en beneficio de formas sin utilidad. Pero para Gehry se trata simplemente de anteponer la imaginación. "La mayoría de nuestras ciudades construidas después de la guerra son sosas. Son modernista, tienen frío, y ahora los arquitectos quieren volver a eso", dijo una vez.
La exposición organizada por el Centro Pompidou incluye además la proyección del documental biográfico sobre al autor Bocetos de Frank Gehry rodado por el director Sydney Pollack en 2005.
Gehry, nacido en Toronto y nacionalizado estadounidense, es el quinto arquitecto en recibir el Premio Príncipe de Asturias de la Artes tras Oscar Niemeyer (1989), Francisco Javier Sáenz de Oiza (1993), Santiago Calatrava (1999), Norman Foster (2009), y Rafael Moneo (2013).
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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