El arquitecto abre esta semana una gran retrospectiva en el Pompidou de París, inaugura este mes dos museos y recibe el próximo día 24 el premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Primera gran retrospectiva en Europa de uno de los grandes arquitectos y urbanistas de nuestro tiempo, Frank Gehry, que no duda en revelar influencias capitales y mal conocidas: Cervantes, don Quijote, el Talmud, la «Santa Teresa» de Bernini... El Centro Pompidou presenta, desde el miércoles y hasta el 26 de enero, una retrospectiva muy pedagógica de un gran maestro que ha contribuido a transformar muy profundamente todos los códigos y las estéticas de la arquitectura y el urbanismo de nuestro tiempo.
El gran público podrá descubrir una película de Sydney Pollack, el gran director de cine, autor de varias obras maestras, consagrada a dialogar e intentar comprender cómo Gehry contribuyó a modificar el rumbo de la historia de la arquitectura, desde hace poco menos de medio siglo.
Pistas esenciales
Con motivo de esa gran retrospectiva, Gehry desvela gustoso muchas pistas quizá esenciales. De entrada, recordando la evidencia: instalado en Los Ángeles durante los años 60 del siglo pasado, el nuevo arquitecto emergente trabajó y dialogó con los grandes creadores norteamericanos de la época: Ed Ruscha, Richard Serra, Claes Oldenburg, Larry Bell, Ron Davis, hasta descubrir las obras de Robert Rauschenberg y Jasper Johns.
De esa reflexión de fondo sobre el nuevo arte que llegaba y las nuevas técnicas que no tardarían en llegar (la informática, etcétera), nacieron las primeras creaciones arquitectónicas de Gehry, que pronto se enriqueció con otros materiales aparentemente alejados del trabajo básico del arquitecto y el urbanista: Cervantes, el Talmud, la gran estatuaria barroca (Bernini).
Gehry afirma que, de alguna manera, alguno de sus primeros trabajos, entre Los Ángeles y la bahía de San Francisco, durante los años 80, son una suerte de «homenajes» a Cervantes y don Quijote: «Son “locuras”, homenajes a don Quijote. Si usted juega mucho tiempo con algo, ese juego acaba revelando cosas de fondo, provocando aproximaciones de cosas, objetos, realidades que parecían “disímiles” y acaban revelando cosas profundas en común como sucede con los montajes de Rauschenberg».
La épica del basurero
En el caso de Gehry, ese «juego» con materiales de aluvión, muy pobres, con frecuencia –como ocurre con la «épica del basurero» de Rauschenberg–, respondían a una interrogación de fondo que, según el arquitecto, algo tiene que ver con la mística judía: «Cuando comenzaba a trabajar y buscar mi camino intentaba responder a una pregunta que estaba emparentada con mis lecturas del Talmud: «Por qué las cosas son de esa manera y no de otra?»
A partir de la teoría de los juegos, emparentada con Cervantes y don Quijote, los ordenadores y la informática ofrecieron a Gehry las herramientas para ahondar en una revisión de fondo de los códigos técnicos y estéticos del gran arte arquitectónico.
Nueva tecnología
«Cuando descubrí los primeros ordenadores y las nuevas técnicas –explica Gehry–me fascinó la posibilidad de trasladar las ideas de mi cerebro a un ordenador. El mundo, la realidad material, por volver a Cervantes, todo lo destruyen y todo lo mancillan. Poder trasladar las ideas de nuestro cerebro a un ordenador para concebir nuevas formas me pareció un proceso maravilloso. El ordenador, los programas, pueden “crear” cosas totalmente artificiales y horrorosas. Lo esencial es que los creadores se sirvan de esas herramientas para dar forma a creaciones propias. Se abren, ante nosotros, nuevos horizontes».
Arquitecto fascinado por la gran escultura clásica y barroca, Gehry cuenta cómo, en ocasiones, se ha inspirado en algunas obras de Bernini –la «Santa Teresa», en particular– para intentar dar a sus edificios, el embrujo y el misterio de los pliegues de la ropa de la Santa en éxtasis místico. Y cómo ese diálogo entre la escultura barroca y las nuevas técnicas pudiera ser una fuente inagotable de misterios y creaciones por venir.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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