La casa es un cubo de cuatro metros de ancho, tres y medio de alto, y cuatro de profundidad, construida en madera prensada. No tiene ventanas y puede flotar como una suerte de barco sin dirección.
El proyecto 'Casa desorientada' resultó ganador de la XXIV Bienal de Arquitectura Colombiana 2014.
Para orientarse, el posible habitante debe observar el cielo a través del patio central, que conecta el exterior con el interior, el arriba y el abajo.
Además, la casa se puede armar en menos de dos días. El proyecto, que lleva el nombre de ‘Casa desorientada’, resultó ganador de la XXIV Bienal de Arquitectura Colombiana, en la categoría arquitectura de interiores y arquitectura efímera, que este año premia obras hechas por colombianos conscientes de la realidad de un país que busca la transición hacia la reconciliación.
Dos bogotanos, Lucas Oberlaender y Mateo López, fueron los creadores de esta vivienda individual, que problematiza de alguna forma las bases de la arquitectura tradicional.
“Yo la hice como arquitecto y para mí es una obra que plantea cuestiones sobre vivienda. La casa, finalmente, no tiene todos los elementos para que pueda funcionar como una casa. Los tiene en potencia, como posibilidad. Pero, en el fondo, es una casa que puede llegar a ser un poco agobiante”, cuenta Oberlaender, arquitecto de la Universidad de los Andes.
La entrada está localizada en el techo, que sirve también como terraza y balcón. El lugar está pensado como un espacio sostenible, pues, además de reciclar el agua, genera energía a través de paneles solares.
Aunque el cubo cuenta con todos los elementos típicos de una casa corriente (baño, cocina, cama, comedor), la estructura se mueve en esa frontera entre la arquitectura y el arte, pues casi todos los objetos que la componen, diseñados por Mateo López, son reproducciones, simulaciones de una vida que nunca se ha dado allí: los cubiertos están hechos de balso, los platos son de cartón. Todo lo demás (el radio, la peinilla, la caña de pescar) conserva esa misma levedad de lo efímero, de lo cambiante.
“En el 2011, Mateo me buscó y me dijo que andaba mirando casos en los que ciertas casas habían sido trasladadas de un lugar a otro. La idea entonces era hacer una casa flotante. La reflexión iba dirigida a arquitecturas que no estuvieran atadas a algún lugar”, agregó Oberlaender.
Esas exploraciones por una arquitectura que conservara la posibilidad de desplazarse por un entorno acuático le dieron origen a la obra.
López, artista plástico de la Universidad de los Andes, se había enterado de la historia de Newfoundland, una provincia atlántica de Canadá que se había establecido en los alrededores de un lago hasta que el Gobierno reclamó la pertenencia del territorio.
Los habitantes, en su mayoría personas de escasos recursos, que no tenían dinero para construir un nuevo hogar, montaron, entonces, las casas que ya tenían sobre barcos, como en un naufragio masivo.
Por otra parte, en su viaje a la isla de San Andrés, descubrió que gran parte de la madera de las construcciones de los isleños venía de Canadá. Hace unos años, las casas se movían entre las islas y eran desbaratadas para transportarlas.
Casas parecidas se han visto en películas como Primavera, verano, otoño, invierno... y otra vez primavera, en donde se creó una ermita flotante, que va variando según las estaciones.
También Le Corbusier, siempre preocupado por la vivienda individual, había construido, entre los años de 1951 y 1952, Cabanon de Vacances, una casa de dimensiones precisas para una sola persona, donde el arquitecto pasaba los veranos.
“Tengo un castillo en la Costa Azul que tiene 3,66 metros por 3,66 metros. La hice para mi mujer y es un lugar extravagante de confort y gentileza. Está ubicada en Roquebrune, sobre un sendero que llega casi al mar. Una puerta minúscula, una escalera exigua y el acceso a una cabaña incrustada debajo de los viñedos. Solamente el sitio es grandioso, un golfo soberbio con acantilados abruptos”, solía decir el arquitecto.
‘Casa desorientada’, por otra parte, se construyó en La Calera, en la carpintería de Benjamín Umaña y fue presentada por primera vez en la 44 edición de Art Basel, en Basilea (Suiza), que contó con la participación de 304 galerías de 39 países.
Luego, para la edición 43 del Salón de Artistas, fue ensamblada en el lago del Jardín Botánico de Medellín junto con Lacustre, del artista Germán Botero.
La idea de los artistas no es convertir este módulo habitable en un objeto reproducible.
En definitiva, ‘Casa desorientada’ rompe la lógica habitual de toda arquitectura, pues su relación con el paisaje, con el sol y con el entorno nunca es la misma.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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