Toronto, Montreal, Sydney y Osaka, han construido desarrollos subterráneos como solución a la concentración demográfica. ¿Qué ha hecho México?
La visión que describiera Isaac Asimov en su novela de ciencia ficción Bóvedas de Acero, donde reseña enormes ciudades subterráneas, semiautomáticas y sustentables, es prácticamente una realidad.
En la actualidad las construcciones bajo tierra se extienden como una opción viable para resolver problemas de concentración demográfica y falta de espacios públicos; ejemplo de ello son The PATH y La Ville Souterraine, en las ciudades canadienses de Toronto y Montreal, respectivamente. Así como el Town Hall de Sydney, Australia, y los Chikigais o ciudades subterráneas de Japón –que en realidad son centros comerciales–, en las metrópolis de Osaka, Tokio, Kawasaki y Nagoya.
Por ejemplo, The PATH, el mayor centro comercial subterráneo del mundo, se conforma de una red peatonal subterránea de casi 27 km de extensión que, además de sus 1,200 establecimientos, donde trabajan unas 5,000 personas, une cerca de 50 edificios en la superficie.
En busca de la sustentabilidad
Estudios e investigaciones señalan que las emisiones contaminantes de los inmuebles, con el paso de los años, se multiplican por seis, por lo cual los desarrollos de usos múltiples (oficinas, vivienda y centro comercial) bajo tierra, los cuales se distinguen por su eficiente uso de recursos energéticos, como baja demanda de calefacción o refrigeración, favorecen el bienestar y la comodidad de sus ocupantes mediante espacios confortables, bien iluminados, templados, con aire de calidad y que incorporan lugares de recreación.
Carlos Trejo, ingeniero civil, especialista en geotécnia y estructuras, señala que las grandes urbes pasan por una crisis de oferta en espacios; “en la ciudad de México, por ejemplo, cada vez son menos los espacios que soporten los edificios que requieren los grandes corporativos; además, el Reglamento de Construcción para el DF limita el tamaño de las construcciones dependiendo de la zona en que se pretenda edificar.
Abrirse camino hacia el subsuelo, parece una alternativa viable y cuyo bajo impacto ambiental.
Por su parte Marcell Ibarrola, partner & CMO del despacho Bunker Arquitectura, destaca que este tipo de edificios, en concreto, cuentan con varios sistemas pasivos para reducir el impacto ambiental que provocarían en el lugar. “Además, las construcciones subterráneas generan menos desperdicios y pedacería”.
México y sus construcciones subterráneas
Estos desarrollos futuristas, ya son una realidad en el país. Uno de ellos, ubicado al poniente del DF, es Garden Santa Fe. Se trata de centro comercial cuyo plan original fue concebido para la construcción de un estacionamiento; sin embargo, el despacho Arquitectoma, dirigido por Francisco Montes de Oca, decidió transformar el concepto y, además de los cuatro niveles de estacionamiento con capacidad para 1,600 automóviles, añadió dos niveles que albergan 90 locales comerciales.
Con este proyecto se aprovechó un espacio de 70,000 m2 de construcción con 35 metros de profundidad, permitiendo la conservación de un terreno de 8,000 m2 con áreas verdes; además, se mejoró la vista urbanística de la zona con tres estructuras conoidales cuyo techo de cristal permite que se aprecie el centro comercial desde lo alto de las oficinas aledañas y brinda entrada de aire y luz del sol, lo que reduce la iluminación artificial.
Otro ejemplo de este tipo de construcciones, y el más reciente, está en la zona conocida como el Nuevo Polanco, se trata del acuario más grande de América Latina, propiedad del empresario Carlos Slim, diseñado por el despacho FR-EE que dirige el arquitecto Fernando Romero, el cual en sus cuatro niveles subterráneos alberga más de 5,000 ejemplares marinos.
“Estas construcciones –las subterráneas–, responden al problema de hacinamiento inmobiliario que padece la Ciudad de México, pues permiten que se aprovechen los espacios públicos; además se reducen las emisiones de CO2 producidas por los inmuebles, así como el aprovechamiento de recursos como la luz natural y los sistemas de ventilación.”, comenta Trejo.
Un earthscraper en el Zócalo capitalino
Derivado del Skycraper Competition, que lleva a cabo la revista especializada en arquitectura y diseño eVvolo; en 2009 nace una de las propuestas de construcción para la Ciudad de México que, a la fecha, se ha convertido en una de las más polémicas: el Earthscraper o Rascasuelos.
El concepto original presentado por el grupo Bunker Arquitectura, fundado por Esteban y Sebastián Suárez, consiste en un complejo conformado por oficinas, viviendas y locales comerciales, enclavado en el subsuelo del Zócalo capitalino, el cual se extendería a más de 300 metros bajo tierra.
“Es una pirámide invertida con un vacío central que permite que todos los espacios habitables puedan gozar de luz natural y ventilación. Así mismo, con el fin de conservar las actividades que toman lugar en la plaza central (como conciertos, manifestaciones políticas, exposiciones al aire libre, encuentros culturales, desfiles militares, etc ...) el enrome agujero se cubre con una plancha de cristal. Es a la vez un edificio masivo e invisible”, señala el arquitecto.
Hacer un edificio vertical u horizontal, en el Centro Histórico, significaría minimizar la presencia de diversos edificios históricos por lo que propusieron considerar nuevos espacios. De ahí que se considerara a la principal Plaza del país como el predio ideal para desarrollar este proyecto.
“El Centro Histórico necesita desesperadamente de un cambio de uso. Actualmente se encuentra dominado por un uso comercial y se requieren nuevos espacios de oficinas y vivienda para poder generar un uso mixto y no hay predios vacíos en donde construirlos. Las leyes federales y locales prohíben la demolición de edificios históricos e incluso regulan y delimitan las alturas de nuevos edificios a la de los históricos. Esto quiere decir que tenemos un programa masivo de cientos de miles de metros cuadrados y ningún espacio en donde construirlos. Por esta razón vimos como la única opción viable irnos hacia donde no tenemos límites: hacia abajo”, comenta Ibarrola.
De llevarse a cabo, la construcción requeriría de una inversión de 10,000 millones de pesos y tardaría entre cinco y ocho años en ser concluida (dependiendo de las técnicas de construcción implementadas). Al respecto, el arquitecto indica que “actualmente el proyecto se encuentra en una etapa de investigación; sin embargo, la cantidad de atención que ha generado ha creado un gran debate en la sociedad. Esto ha ayudado a que el gobierno muestre interés por el proyecto. Hemos tenido algunas presentaciones con ciertas instancias de gobierno pero seguimos en espera de poder presentarlo al actual Jefe de Gobierno”.
Proyecto futurista ¿viable?
Por su parte, Arturo Méndez German, vocero del área de Medios de difusión, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), considera que llevar a cabo una construcción de esta magnitud no resulta viable, “no solo por el alto grado de repercusión en materia sísmica; sino dado el pasado histórico de los edificios que rodean al Zócalo, además de que estaría emplazada en uno de los conjuntos urbanos más importantes de la cultura mexica: el Templo Mayor. Pero, sobre todo, por el acervo que resguarda el subsuelo del Centro de la ciudad”.
Al respecto, Bunker Arquitectura, dentro de su programa contempla que el edificio “cuente con 10 niveles de un museo que tendría, como acervo y exposición, los vestigios que se encontraran durante la excavación”, apunta Marcell Ibarrola.
Asimismo, consciente de que cualquier nueva edificación en el Centro Histórico tiene que contemplar el hundimiento de la zona, Ibarrola indica que a través de pilotes de control es posible equilibrar los hundimientos. En cuanto a los sismos, “uno se encuentra más seguro debajo en el subsuelo que sobre de el en caso de un sismo. Al estar enterrados evitamos las consecuencias de los movimientos trepidatorios y oscilatorios. El problema es la evacuación de la gente, es algo que seguimos estudiando”.
Este proyecto, al haber sido concebido para solucionar un problema en específico que se presenta el Zócalo capitalino, no se tiene contemplado un plan alterno en otro predio de la ciudad. Sin embargo, “creemos que el funcionamiento y diseño del edificio puede ser replicado en algún otro lugar con otras dimensiones, entorno y condiciones diferentes”, añade el arquitecto.
Optimizar espacios, el objetivo
Debido a la alta densidad de población y crecimiento acelerado que cada día presentan el DF y su área conurbada, las construcciones bajo el suelo se convertirán en una necesidad y, eventualmente, será más común verlas. “Optimizaremos espacios con los que ni si quiera se contaban en anterioridad. También creemos que al existir dos edificios bajo la tierra, en zonas de renombre –Nuevo Polanco y Santa Fe–, surgirán nuevas e innovadoras propuestas que se rijan por este principio de construcción”, concluye Ibarrola.
Aunque vivir bajo tierra requerirá de un periodo de adaptación, las ciudades subterráneas parecen una realidad. Seguramente seguirán las propuestas de ambiciosos proyectos que se transformen en realidad durante los próximos años.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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