Instalaciones artísticas en los antiguos trazados ferroviarios de Cataluña, Inglaterra e Irlanda. El proyecto europeo Changing Tracks reivindica el territorio a través de la mirada de tres artistas.
La High Line de Nueva York, una abandonada vía del ferrocarril, se ha convertido en uno de los parques más impresionantes de la ciudad: a 10 metros de altura, sobre las calles del Meatpacking District, serpentea este paseo urbano y vegetal entre los edificios.
Algo similar sucedió en los 90 en París: la Promenade Plantée, un jardín lineal que recorre en el Distrito XII una antigua vía de tren. En Europa se acaba de estrenar el proyecto de arte efímero Changing Tracks, que conecta -a través del antiguo trazado ferroviario, hoy reconvertido en vías verdes- el valle de Mayo (en las agrestes costas del oeste de Irlanda), el condado de Northamptonshire (en el campo inglés, a una hora de Londres) y tres ciudades catalanas: Olot, Tortosa y Girona.
Un insólito proyecto financiado por la Agencia de Cultura de la Unión Europea y protagonizado por la irlandesa Aideen Barry, el británico Noah Rose y el catalán Xevi Bayona, encargados de realizar una intervención artística que desaparecerá en otoño.
El arquitecto Xevi Bayona ha envuelto el puente de Tortosa con cintas verticales de colores, como si fuese un regalo para los ciudadanos y ciclistas que lo cruzan (cuyas sombras se proyectan en las cintas a través de 37 focos). «El material tenía que permitir aprovechar el paso del viento, muy fuerte y usual en Tortosa. Y las cintas de envolver regalos, de 10 centímetros de ancho tienen mucha resistencia a la tensión», explica Bayona, que ha creado una obra poética, en constante cambio, que remite a los edificios envueltos de Christo. «Quería incorporar color como contrapunto al pasado gris de ese lugar», añade el arquitecto.
«Con poco presupuesto se puede dinamizar un lugar, emocionar o poner de relieve un patrimonio ya existente, aunque sea tapándolo o modificándolo. El tiempo de la pieza es limitado, es un ejercicio de modestia existencial, que pone en evidencia que nada dura para siempre pero puede tener un bonito significado en un mundo tan cambiante como el nuestro», considera Bayona, que ya ganó un premio FAD por su exquisito diseño del taller de los Reyes Magos en la fábrica Fabra i Coats (Barcelona). Bajo el título Ombres de memòria su instalación cubre los 230 metros del puente que une los dos márgenes del Ebro, puente que fue bombardeado durante la Guerra Civil y posteriormente reconstruido. Esa memoria histórica es la que rastrea Noah Rose para su Museo de Acontecimientos Interconectados, unas cabinas que ha instalado en el carril-bici de Girona para recordar paralelismos del pasado: los irlandeses que lucharon en la Batalla del Ebro (en la Columna Conolly de las Brigadas Internacionales), las migraciones, cómo el lenguaje (el gaélico y el catalán) configura una cultura (y aquí graba a un poeta que recita versos en gaélico), el judaísmo en los tres lugares, etc. Rose, que colaboró con muchas asociaciones de Girona y voluntarios de la ciudad, parte de microhistorias para narrar hechos globales.
Por su parte, Aideen Barry ha instalado en diferentes puntos del tramo ferroviario de Olot nueve códigos QR que hay que buscar y descubrir para acceder a sus piezas de videoarte (en stop-motion) inspiradas en la geología de la zona y en los volcanes (le fascinaron las formaciones volcánicas de Tossols, sólo localizadas en Olot, Islandia y Marte). Sus vídeos también se muestran en la Capella Sant Farriol de Olot.
En Cataluña, la Xarxa Transversal (que agrupa 11 municipios) coordina Changing Tracks. Su directora, Núria Pascual, resume el proyecto: «Las tres regiones europeas son similares: fuera de las capitales y los grandes núcleos urbanos. Es una reivindicación del territorio a través del arte al aire libre, en lugares de paso de la gente. El hecho de localizarlo en antiguas vías de tren tiene una triple lectura: cómo la naturaleza reconquista el paisaje; la propia historia del ferrocarril y cómo el hombre cambió el entorno; y las conexiones entre regiones. Los tres artistas han realizado aproximaciones muy diferentes a través de la lectura de la historia, el paisaje, la cultura, las tradiciones...».
Ahora Xevi Bayona está en Irlanda, en un pueblecito de casitas bajas, rodeado de verdes colinas que casi llegan al mar, salpicadas de ovejas pastando. Ha sustituido el café por el té y cuenta que «el sol sale a las cinco de la mañana y concede poco menos de dos horas a la oscuridad total de la noche». El arquitecto está preparando su pieza Smoke Train en el puente de Newport, «un viaducto de 92 metros de longitud construido con una piedra muy rojiza, parecida a la del Figaró, con siete vueltas de unos cinco metros de ancho que permitían al tren cruzar el oscilante caudal del agua», explica.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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