El museo español que reproduce en su interior cavernas arqueológicas y el ecosistema de la selva.
Juan Navarro Baldeweg, el mismo autor del Museo de las Cuevas de Altamira, en Santillana del Mar, diseñó en Burgos un contenedor vidriado para albergar tesoros arqueológicos de valor excepcional. El Museo de la Evolución Humana es una suerte de estuche casi incorpóreo donde se guardan, por ejemplo, los huesos del homo antecessor, el primer europeo conocido, que vivió hace 800.000 años en la sierra burgalesa de Atapuerca.
En el Museo de Burgos la planta bajo rasante se dedica al complejo arqueológico y paleontológico del yacimiento de Atapuerca, con una reproducción de la sima (caverna) de los Huesos y los hallazgos de la Gran Dolina (una depresión propia de los relieves kársticos) y la sima del Elefante.
En la planta de acceso se explican las teorías de la evolución de Darwin. La cultura humana se expone en la planta primera, además de los ecosistemas de la selva, de la sabana, y de la tundra y la estepa.
El edificio es una burbuja prismática gigante, libre de soportes intermedios, que alberga un espacio descomunal de 60 metros de crujía gobernado por la enorme masa de aire, llena de luz, que contiene en su interior.
Una gruesa piel transparente, aparentemente delgada por efectos de la escala, contornea el volumen del espacio con elementos colosales de metal y de vidrio desde fachadas a cubierta. Ambas materias arman el inmenso cesto estructural del edificio, trazado con tipología de invernadero para que sirva de contenedor a la naturaleza del ecosistema de Atapuerca.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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