En el cruce de dos grandes paisajes, las montañas al fondo y el Mar Mediterráneo, que deja que la mirada se pierda hacia el infinito, el estadio Léo Lagrange se despliega en un terreno de 8 hectáreas jugando con las restricciones propias del terreno y buscando destacar el paisaje en donde perder la vista.
El estadio toma su lugar de forma perpendicular a la autopista para desarrollar esta perspectiva notable, ofreciendo a los conductores un hito urbano.
El complejo deportivo es un gran parque urbano dedicado a las actividades deportivas y lúdicas, con tres campos de rugby y de fútbol regional, atletismo internacional y seis campos escolares.
Así, el proyecto arquitectónico se inscribe de forma flexible en el conjunto y afirma la cualidad de equipamiento público reconocible, de lugar de centralidad de reunión y de encuentro . Ofrece un respiro en un tejido relativamente denso, un espacio público integrado en su lugar.
El diseño arquitectónico y urbano responde con criterios de claridad, de coherencia y de apertura del proyecto hacia el sitio. Se han concentrado el conjunto de volúmenes construidos de la zona de competición y la recepción en una pasarela cubierta pública diseñada como un muelle , que evoca el vínculo histórico de Toulon con el Mediterráneo.
En una vista aérea en su expresión arquitectónica, el muelle parece despegado del terreno , flotando por encima de las masas vegetales que estructuran el lugar evo cando un buque atracado. Las dos tribunas ofrecen a los espectadores casi 3.500 espacios a ambos lados de la portada de esta línea de casi 200 m de diseño singular.
Un paseo cubierto con un mirador, se abre a las vistas próximas de los campos de deporte y las vistas lejanas hacia el horizonte y el monte Faron.
Inspirado por el movimiento y la fluidez de los gestos deportivos, la cubierta textil describe un movimiento flexible y generoso que acompaña a la” ola” de los espectadores y entra en resonancia con el paisaje. La silueta cambia constantemente dependiendo de la perspectiva desde la que se observa.
La cubierta de lona, metal y vidrio no reflectante, compone una volumetría que capta las coloraciones sutiles de la luz natural. La tela se tiñe de los colores del cielo y del paisaje. Es mínima garantizando la cubrición de en una mezcla de ligereza y equilibrio y es fruto de un trabajo muy preciso entre el arquitecto y el ingeniero estructural.
Por la noche, la cubierta textil, iluminada desde el interior, se convierte en una cinta brillante, verdadera ola de luz expresando plenamente la función deportiva y de eventos. Visible desde lejos, el muelle se convierte en un nuevo punto de referencia en la zona.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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