Establecer un plano horizontal en alto, hecho de arena, para extasiarse ante el mar infinito. Nada más y nada menos.
Para ello, construimos una gran caja de 20 metros de frente y 12 metros de profundo y con dos plantas bajo ese plano. En esas dos plantas excavadas en el sólido capaz de piedra, se contienen ocho dormitorios que se abren a los costados, cada uno con su baño. Seis abajo y dos arriba. Y las zonas correspondientes de estar. En la planta primera, el estar principal con el comedor y la cocina que se abren a un gran porche. Ambas plantas comunicadas por una escalera y una gran plataforma móvil que también llega a la cubierta.
En la parte superior, y coincidiendo con el nivel de la calle, la gran plataforma quasi metafísica, que querríamos de arena. Para ello, todo el gran prisma, plataforma incluida, se materializa en piedra lumaquela. Una caliza que, con sus esquistos de lamelibranquios, se diría parece la misma arena de la playa cristalizada. Que lo es. Para que esa plataforma tenga fuerza incorporamos todo el terreno hasta el muro de entrada. Conseguimos así una plataforma de piedra de 20×40 metros. Nos separamos de la calle por un muro alto de piedra, la misma lumaquela.
La entrada a la casa, traspasado el muro, se hará “en trinchera” por unas escaleras excavadas en el plano de la plataforma. Y para protegernos del fuerte viento de Cádiz, colocamos varios planos verticales de vidrio opaco blanco, a modo de parabanes o biombos que parecerán velas de nuestra balsa surrealista.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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