La Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda cumple 70 años llena de vida, no obstante el enorme reto que enfrenta cada año: ofrecer un espacio en sus aulas al mayor número de jóvenes que intentan ingresar a ese centro educativo.
Desde que se trasladó, en 1994, de su sede original en la colonia Guerrero al Centro Nacional de las Artes (CNA), en cada ciclo escolar se acepta apenas al nueve o 10 por ciento de los solicitantes.
Las instalaciones fueron diseñadas por Ricardo Legorreta. Es un edificio muy bello, pero poco práctico para la impartición de las diferentes técnicas artísticas y sin capacidad física para atender a gran número de alumnos, coinciden en señalar maestros y estudiantes.
Por ejemplo, la mayoría de los salones tienen poca luz y ventilación. Las clases de dibujo y pintura se realizan bajo iluminación artificial y se suspenden si ésta falla. En los talleres de grabado, algunos con ventanitas cerradas y un solo extractor de aire tras un muro, se utilizan diversos ácidos, solventes, tintas y barnices; luego de horas de trabajo, el ambiente, debido a los vapores y mezclas, es turbio.
Ante los insistentes reclamos de maestros y directivos, en los recientes 19 años se han realizado pocas adecuaciones arquitectónicas para optimizar la enseñanza académica, pues debido a que el inmueble está catalogado como obra artística, cada cambio requiere innumerables permisos y trámites.
Cuando Legorreta diseñó La Esmeralda (como simplemente se le conoce), el arquitecto comentó a la prensa que la ideó como hacer mi propia casa. Quise crear un ambiente misterioso y, al mismo tiempo abstracto, que invitara a los alumnos a tomar posesión de la escuela.
Hoy algunos pasillos han sido transformados en espacios para dar clase, se recortaron vidrios de ventanas selladas para permitir la ventilación, se cambió el color de muros rosas, para pintarlos de blanco y que reflejaran más luz, se construyeron algunos lavaderos, necesarios y hasta entonces inexistentes en varios talleres, y se recurrió al aprovechamiento de áreas descubiertas, con la colocación de lonas tensadas.
Se pudo observar también un grave problema de goteras en los techos de la escuela, la cual depende administrativamente del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Al respecto, el director de La Esmeralda, el artista Eloy Tarcisio, explica: Nuestras instalaciones son polémicas porque esta escuela fue hecha por un arquitecto de firma, entonces, es una obra de autor. Desde el primer momento hubo problemas, por ejemplo, había pisos de parquet (de madera barnizada, importado), en zonas de trabajo rudo con escultura y falta de luz, la materia prima del artista. Ha sido controvertido. Hicimos un proyecto para una ampliación y para resolver varios problemas, pero es complicado llevarlo a cabo pues la familia del arquitecto tendría que aprobar las modificaciones que ayudarían a que la escuela tuviera un valor funcional más adecuado.
Agrega que desde 2009, cuando asumió el cargo, se ha pedido a las autoridades la posibilidad de ampliar el recinto en un área de terreno que podría recibir un nuevo edificio. Sería muy importante crecer, dentro de un un plan de desarrollo a 30 años, deberíamos tener ese reto, para recuperar la planta docente y la capacidad de recepción de alumnos que teníamos cuando la escuela estaba en el callejón de San Fernando, en la colonia Guerrero. En aquel tiempo entraban entre 200 y 300 alumnos, aquí, este año, aceptaremos 100, cuando recibimos casi mil solicitudes, pero no tenemos capacidad física para aceptarlos a todos.
En La Esmeralda, edificada en un espacio de 5 mil 802 metros cuadrados, estudian, en total, alrededor de 280 jóvenes, atendidos por una planta docente de 74 maestros, en 28 espacios académicos (en un principio había solo 16), no todos propiamente salones pues, por ejemplo, se pidió a unos albañiles que dejaran la caseta de lámina que construyeron en el patio trasero durante alguno de sus encargos, para convertirla en taller de producción artística.
Si bien existen en la capital del país varias escuelas privadas para estudiar arte, las dos mejores opciones en la ciudad de México, públicas y profesionales, son La Esmeralda y la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, añade Eloy Tarcisio. La máxima casa de estudios ya ofrece doctorado, nosotros perseguimos la maestría para en un tiempo corto poder ofrecerlo también.
El entusiasmo por ingresar a La Esmeralda se percibe en las largas filas de padres de familia que buscan una solicitud de inscripción para sus hijos que han concluido el bachillerato. El director celebra que el índice de deserción sea bajo (apenas el 10 por ciento).
La licenciatura en artes plásticas y visuales que ahí se imparte tiene duración de ocho semestres. Pero no todos se titulan, “se reciben, en promedio, 20 por ciento. Me gustaría que fuera más, pero los alumnos de arte se van a la vida profesional sin necesidad de titularse. A diferencia de otras carreras profesionales, en esta disciplina todavía no se exige título para ejercerla, más bien se valora al profesional con base en el producto artístico y su práctica estética.
El artista es a pesar de la escuela y del mundo, enfatiza Eloy Tarcisio, pues es quien mantiene el equilibro en el caos de la sociedad. Ahora que vivimos en un estado de liquidez donde todo se va de las manos y no hay una seguridad de nada, el artista es el que mantiene la estabilidad sicosocial, que pocos ámbitos de lo humano permiten. En momentos en el que nadie está seguro en su trabajo o en su salud, ni en su forma de vida, el arte es lo único que permite que el ser humano tenga un estado de equilibrio dentro de esta locura que vivimos.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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