Resultado de un concurso internacional fallado en 2008, el nuevo Museo Jean Cocteau alberga la importante colección donada por el empresario y filántropo belga Severin Wunderman a Menton, ciudad costera del sur de Francia en la que Jean Cocteau (1889-1963) vivió durante algunos años.
El edificio ocupa una manzana triangular definida fundamentalmente por su posición estratégica a medio camino entre el mar y el casco histórico de Menton, pero que presentaba también dos importantes servidumbres: por un lado, la existencia en el primer nivel subterráneo de un aparcamiento; por el otro, el de una planta desoladora ubicada en un segundo nivel bajo rasante.
El museo sigue rigurosamente los límites de la parcela, adoptando la forma de un triángulo truncado y marcadamente horizontal que, si bien interiormente se articula en dos plantas, al exterior presenta la imagen unitaria y compacta de un volumen escueto y apaisado cuya única característica formal sobresaliente es el expresivo ranurado que perfora perimetralmente la pieza. El carácter marcadamente horizontal del edificio impide que este se convierta en un obstáculo visual desde el centro de la ciudad, dejando libre la perspectiva hacia el mar, pero afirmándose siempre en su condición de icono, de nuevo hito urbano.
Visible tanto de día como de noche, la cubierta del edificio forma una especie de pintura alegórica que evoca la naturaleza elusiva de las obras que alberga en su interior. La gran cubierta monolítica de hormigón se extiende hasta envolver completamente el conjunto, formando una piel estructural con un canto muy potente, perforada solo por incisiones orgánicas, que van desde el apoyo del edificio en el suelo hasta la cubierta, formando un dibujo irregular de claroscuros.
El cerramiento vertical del edificio, resuelto con un muro cortina de vidrio, queda retranqueado respecto de la envolvente de hormigón, generándose de este modo un deambulatorio perimetral cubierto, a la manera de un soportal urbano, y definido por las incisiones que vertical y horizontalmente pautan el edificio, dejando pasar la luz natural en un juego de claroscuros intensos que dan lugar a una atmósfera interior mudable y hermética.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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