Los volúmenes individuales del museo siguen la suave pendiente del terreno existente, creando una conexión “orgánica” con el paisaje mientras crea pasos individuales y mesetas que están interconectadas en una composición cercana a la escala humana y el contexto construido en la aldea.
El lote #686 que alberga el existente centro cultural de Eptagonia (Limassol-Chipre) es hoy en día caracterizado por la elevación brusca de casi 5m respecto al lote #677. El muro de piedra que lo rodea, retiene solamente una porción de la pendiente en la base de la colina, y hace hincapié en la demarcación estricta entre las dos propiedades.
Como un gesto simbólico, el muro perimetral se dividió en fragmentos más pequeños o “escombros” que se deslizan en el espacio circundante. Los fragmentos ahora se convierten en muros de piedra y patios, en referencia a los muros de piedra tradicionales, mientras mantienen el suelo y organizan toda el área del parque.
El museo, la taberna y la vivienda sacerdotal son expresadas como superficies planas que llegan a albergar los “escombros” en el espacio. Este tratamiento permite que el desglose del volumen del museo sea en secciones más pequeñas, asegurando que los nuevos edificios se mezclen con el contexto existente construido.
Finalmente, las áreas programáticas del museo aparecen como fragmentos independientes que forman un todo más amplio. Sus volúmenes se despliegan en superficies que abarcan y sostienen el programa. Este gesto también crea espacios interiores que están protegidos del intenso sol de verano, mientras se tienen transiciones graduales y suaves, y hay una circulación entre estos.
El lote #686 que alberga el existente centro cultural de Eptagonia (Limassol-Chipre) es hoy en día caracterizado por la elevación brusca de casi 5m respecto al lote #677. El muro de piedra que lo rodea, retiene solamente una porción de la pendiente en la base de la colina, y hace hincapié en la demarcación estricta entre las dos propiedades.
Como un gesto simbólico, el muro perimetral se dividió en fragmentos más pequeños o “escombros” que se deslizan en el espacio circundante. Los fragmentos ahora se convierten en muros de piedra y patios, en referencia a los muros de piedra tradicionales, mientras mantienen el suelo y organizan toda el área del parque.
El museo, la taberna y la vivienda sacerdotal son expresadas como superficies planas que llegan a albergar los “escombros” en el espacio. Este tratamiento permite que el desglose del volumen del museo sea en secciones más pequeñas, asegurando que los nuevos edificios se mezclen con el contexto existente construido.
Finalmente, las áreas programáticas del museo aparecen como fragmentos independientes que forman un todo más amplio. Sus volúmenes se despliegan en superficies que abarcan y sostienen el programa. Este gesto también crea espacios interiores que están protegidos del intenso sol de verano, mientras se tienen transiciones graduales y suaves, y hay una circulación entre estos.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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