Diseñada por el arquitecto Manuel Solá, la Casa tiene como objetivo principal fomentar la identidad común de los pueblos mediterráneos. Proyectada para ubicarse en la antigua estación ferroviaria de Benalúa, en Alicante, la Casa Mediterráneo necesita de espacios para gestionar eventos, exposiciones, conciertos, proyecciones y todo tipo de fiestas.
El elemento más valioso de la antigua estación es el maravilloso espacio sobre las vías de tren: 20 metros de luz cubiertos por esbelteces y forjas burocráticamente imposibles hoy por hoy. El proyecto gravita en sofisticar ese sencillo espacio lineal para trenes, y adaptarlo a un espacio de experiencia para personas. Un espacio que se pretende centralizado, azul, líquido, excitado, cambiante, consecutivo, cenital, descapotable, teñido, rítmico, indivisible, programable, termodinámico y rentable.
Los programas más experimentales, se desarrollan en este espacio en y entre dos volúmenes ligeros, traslúcidos y facetados. Estos volúmenes cierran y centralizan el espacio principal de múltiples propiedades permitiendo la simultaneidad y concatenación de diferentes eventos.
El espacio va a utilizar el color blanco en sus incorporaciones volumétricas y pavimento. Se utiliza en un sentido fenomenológico y sensual. El blanco es un color con propiedades óptimas para ser excitado y teñido, es el color de las pantallas.
El sol de la costa blanca mediterránea va a ser teñido de azul en el interior por la traslucidez y el color de las placas de cubierta (y de naranja el interior del auditorio durante la puesta de sol). Y, además, va a excitar los paramentos con la contribución del movimiento de unas colosales aspas en rotación, de la cubierta textil motorizada y de las sombras que proporciona una celosía de aros de aluminio que también pacifica el encuentro entre los viejos muros y los nuevos volúmenes.
En el espacio azul no se climatiza el aire. Se climatiza a las personas. Se crean sensaciones térmicas mediante gigantescos ventiladores de techo, el conocido efecto chimenea, el textil descapotable y la posibilidad de activar puntualmente un divertido sistema de niebla fría.



El elemento más valioso de la antigua estación es el maravilloso espacio sobre las vías de tren: 20 metros de luz cubiertos por esbelteces y forjas burocráticamente imposibles hoy por hoy. El proyecto gravita en sofisticar ese sencillo espacio lineal para trenes, y adaptarlo a un espacio de experiencia para personas. Un espacio que se pretende centralizado, azul, líquido, excitado, cambiante, consecutivo, cenital, descapotable, teñido, rítmico, indivisible, programable, termodinámico y rentable.
Los programas más experimentales, se desarrollan en este espacio en y entre dos volúmenes ligeros, traslúcidos y facetados. Estos volúmenes cierran y centralizan el espacio principal de múltiples propiedades permitiendo la simultaneidad y concatenación de diferentes eventos.
El espacio va a utilizar el color blanco en sus incorporaciones volumétricas y pavimento. Se utiliza en un sentido fenomenológico y sensual. El blanco es un color con propiedades óptimas para ser excitado y teñido, es el color de las pantallas.
El sol de la costa blanca mediterránea va a ser teñido de azul en el interior por la traslucidez y el color de las placas de cubierta (y de naranja el interior del auditorio durante la puesta de sol). Y, además, va a excitar los paramentos con la contribución del movimiento de unas colosales aspas en rotación, de la cubierta textil motorizada y de las sombras que proporciona una celosía de aros de aluminio que también pacifica el encuentro entre los viejos muros y los nuevos volúmenes.
En el espacio azul no se climatiza el aire. Se climatiza a las personas. Se crean sensaciones térmicas mediante gigantescos ventiladores de techo, el conocido efecto chimenea, el textil descapotable y la posibilidad de activar puntualmente un divertido sistema de niebla fría.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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