Aunque existe desde la década de 1960, la agricultura urbana ha cobrado importancia en los últimos años como alternativa a los cultivos extensivos que deterioraran el ambiente y que no fomentan una justa distribución de los alimentos.
Una mirada a la Zona Metropolitana del Valle de México basta para ser testigo del impacto del crecimiento urbano en el entorno natural. En este sitio, protagonista de uno de los procesos más intensos de urbanización del mundo, convergen cerca de 20 millones de habitantes que comparten la misma cuenca, se benefician de los mismos recursos naturales y forman una manche de concreto que en 50 años pasó de ocupar una extensión de 700km2 a sobrepasar los, 1,800m2.
Es difícil de afirmar, incluso en los escenarios más optimistas, que un centro urbano pueda llegar algún día a ser autosustentable a través de prácticas de agricultura orgánica; sin embargo, su beneficio social, económico y ambiental es indiscutible. “El concepto de huella ecológica estipula cuál es el espacio que necesita una ciudad para alimentarse.
La ciudad de México, por lo menos, necesita de 20 a 30 veces más del territorio que tiene; ése es el tamaño de huella ecológica. Si pudiéramos reducir esa huella en 10% o 20% a través de la producción de procesos urbanos, le estaríamos ayudando mucho al medio ambiente de este país”, asegura el Dr. Ramón Soriano Robles, académico del Laboratorio de Recursos Socioambientales y sustentabilidad de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
Es por este tipos de cambios climáticos y urbanos que las ciudades requieren cambios y ayuda para mejorar las áreas verdes. Como en Londres existe Wayward Plants, que es un grupo de arquitectos, artistas, agrónomos y diseñadores que buscan hacer productivos los espacios abandonados, volver cultivables las tierras marginadas y poner de manifiesto la imaginación de la comunidad con la que trabajan en Londres.
Su primer proyecto, Guerrilla Garden, ocurrió en Old Street en 2010. Gracias a él probaron el terreno para entender qué plantas podrían crecer en la tierra abandonada, cómo motivar la participación de la comunidad y la administración de las relaciones culturales.
Wayward Plants funciona como un espacio colaborativo. En cada proyecto, Heather Ring, arquitecta de paisaje, fundadora y directora creativa, invita a reactivar los espacios con cultivos, en torno a los proyectos se realizan actividades culturales, como debates, proyecciones de películas, conciertos y conferencias sobre composta y agricultura urbana.
Durante el 2011 se desarrolló el proyecto Urban Physic Garden, con el que transformaron un sitio abandonado de Union Street en un jardín comunitario emergente, este espacio se convirtió en una plataforma para que diseñadores, artistas, arquitectos expusieran sus obras y que surgieran intercambios entre la comunidad.
En síntesis , este equipo de Wayward Plants, generan proyectos que se van trasformando a sí mismos, que buscan transformar el entorno y la comunidad.
Una mirada a la Zona Metropolitana del Valle de México basta para ser testigo del impacto del crecimiento urbano en el entorno natural. En este sitio, protagonista de uno de los procesos más intensos de urbanización del mundo, convergen cerca de 20 millones de habitantes que comparten la misma cuenca, se benefician de los mismos recursos naturales y forman una manche de concreto que en 50 años pasó de ocupar una extensión de 700km2 a sobrepasar los, 1,800m2.
Es difícil de afirmar, incluso en los escenarios más optimistas, que un centro urbano pueda llegar algún día a ser autosustentable a través de prácticas de agricultura orgánica; sin embargo, su beneficio social, económico y ambiental es indiscutible. “El concepto de huella ecológica estipula cuál es el espacio que necesita una ciudad para alimentarse.
La ciudad de México, por lo menos, necesita de 20 a 30 veces más del territorio que tiene; ése es el tamaño de huella ecológica. Si pudiéramos reducir esa huella en 10% o 20% a través de la producción de procesos urbanos, le estaríamos ayudando mucho al medio ambiente de este país”, asegura el Dr. Ramón Soriano Robles, académico del Laboratorio de Recursos Socioambientales y sustentabilidad de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
Es por este tipos de cambios climáticos y urbanos que las ciudades requieren cambios y ayuda para mejorar las áreas verdes. Como en Londres existe Wayward Plants, que es un grupo de arquitectos, artistas, agrónomos y diseñadores que buscan hacer productivos los espacios abandonados, volver cultivables las tierras marginadas y poner de manifiesto la imaginación de la comunidad con la que trabajan en Londres.
Su primer proyecto, Guerrilla Garden, ocurrió en Old Street en 2010. Gracias a él probaron el terreno para entender qué plantas podrían crecer en la tierra abandonada, cómo motivar la participación de la comunidad y la administración de las relaciones culturales.
Wayward Plants funciona como un espacio colaborativo. En cada proyecto, Heather Ring, arquitecta de paisaje, fundadora y directora creativa, invita a reactivar los espacios con cultivos, en torno a los proyectos se realizan actividades culturales, como debates, proyecciones de películas, conciertos y conferencias sobre composta y agricultura urbana.
Durante el 2011 se desarrolló el proyecto Urban Physic Garden, con el que transformaron un sitio abandonado de Union Street en un jardín comunitario emergente, este espacio se convirtió en una plataforma para que diseñadores, artistas, arquitectos expusieran sus obras y que surgieran intercambios entre la comunidad.
En síntesis , este equipo de Wayward Plants, generan proyectos que se van trasformando a sí mismos, que buscan transformar el entorno y la comunidad.
Por iiarquitectos y arq.com.mx
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