Desplantado sobre un acantilado en la costa sur de Italia, en una superficie irregular muy estrecha y con una gran pendiente acentuada, el Auditorio Oscar Niemeyer, diseñado por este arquitecto brasileño.
Oscar Niemeyer fue uno de los primeros arquitectos latinoamericanos del periodo moderno que desarrollara un lenguaje propio, más allá de los cánones propuestos por las vanguardias. Desde sus primeras obras privilegió la libertad plástica, la imaginación, las formas nuevas y la belleza antes que la simple funcionalidad.
En una entrevista realizada por Tom Dyckhoff para el periódico The New York Times en diciembre de 2007 –año en que el arquitecto brasileño celebrara 100 años de vida- Oscar Niemeyer declaró que los lineamientos funcionalistas nunca fueron de su agrado: -Odiábamos la Bauhaus, ese fue un mal periodo de la arquitectura. Ellos no tenían nada de talento, solamente seguían reglas […] ¿La casa como una máquina? ¡No! Lo mecánico es feo y lo riguroso es peor, uno solamente quiere romperlo-.
Su postura, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, fue severamente criticada y calificada como espectáculo arquitectónico, caprichoso e irracional. Sin embargo, las críticas se convirtieron siempre en un estímulo para que analizara cuál era el sentido plástico de su arquitectura, lo que a lo largo de setenta años de carrera le ha permitido llevar a cabo obras que, si bien, presentan extraordinarias soluciones formales, son funcionales y pertinentes con el entorno y la naturaleza.
El equilibrio entre funcionalidad y sensibilidad, técnica y estética son el rasgo que caracteriza el trabajo de Niemeyer; su arquitectura además, es el reflejo de su historia personal por lo cual es inevitable que remita a arquitecturas más antiguas, de personas, historias y todo aquello que exprese la experiencia vital.
A lo largo de su carrera el arquitecto brasileño ha realizado todo tipo de proyectos: casas, oficinas, teatros, fabricas, escuelas, plazas, auditorios, museos, etc.; el equilibrio entre funcionalidad y sensibilidad, técnica y estética son el rasgo que las caracteriza.
Su obra más reciente, el Auditorio Oscar Niemeyer, en Ravelo, Italia, es reflejo de su postura estética e historia personal, por lo que es inevitable que remita a sus proyectos anteriores pero con un lenguaje contemporáneo, que bien puede competir con cualquiera de los proyectos que se realizan actualmente en las ciudades más importantes del mundo.
El proyecto se levanta sobre un acantilado ubicado en la costa sur de Italia. Ni el diseño ni la construcción de esta obra fueron una tarea fácil, pues el terreno donde se desplanta tiene una forma irregular muy estrecha, además de una acentuada pendiente.
El espacio de 1,500 metros cuadrados, alberga un auditorio con capacidad para 400 personas, un escenario semicircular de 167 metros cuadrados, un estudio de grabación, una sala de ensayo y 107 lugares de estacionamiento ubicados en el exterior.
Dentro de la sala se suspenden un plafón integrado por reflectores de metacrilato corrugado que funciona como panel acústico. En el nivel más bajo de la sala se encuentra el área de audio, luces y video.
La gran terraza exterior del auditorio ofrece una vista panorámica de la costa. Una de las características más interesantes del edificio es el sistema hidráulico con el que se puede levantar el escenario al nivel de la entrada, lo que permite integrar el vestíbulo, que por sus dimensiones puede utilizarse como sala de convenciones y exposiciones.
Es importante mencionar que la construcción llevó diez años, comenzó en el 2000 y concluyó a principios del presente año. Durante estos diez años se dieron muchos debates, sobre todo por parte de los ambientalistas quienes reclamaban la posición prominente del edificio sobre la costa de Amalfi. A pesar de las críticas, ni el arquitecto Niemeyer, ni los socios del proyecto, la Fundación Ravello, descartaron en algún momento la construcción del auditorio, ya que el proyecto muestra un profundo respeto por el paisaje natural y por la arquitectura que lo rodea.
Oscar Niemeyer fue uno de los primeros arquitectos latinoamericanos del periodo moderno que desarrollara un lenguaje propio, más allá de los cánones propuestos por las vanguardias. Desde sus primeras obras privilegió la libertad plástica, la imaginación, las formas nuevas y la belleza antes que la simple funcionalidad.
En una entrevista realizada por Tom Dyckhoff para el periódico The New York Times en diciembre de 2007 –año en que el arquitecto brasileño celebrara 100 años de vida- Oscar Niemeyer declaró que los lineamientos funcionalistas nunca fueron de su agrado: -Odiábamos la Bauhaus, ese fue un mal periodo de la arquitectura. Ellos no tenían nada de talento, solamente seguían reglas […] ¿La casa como una máquina? ¡No! Lo mecánico es feo y lo riguroso es peor, uno solamente quiere romperlo-.
Su postura, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX, fue severamente criticada y calificada como espectáculo arquitectónico, caprichoso e irracional. Sin embargo, las críticas se convirtieron siempre en un estímulo para que analizara cuál era el sentido plástico de su arquitectura, lo que a lo largo de setenta años de carrera le ha permitido llevar a cabo obras que, si bien, presentan extraordinarias soluciones formales, son funcionales y pertinentes con el entorno y la naturaleza.
El equilibrio entre funcionalidad y sensibilidad, técnica y estética son el rasgo que caracteriza el trabajo de Niemeyer; su arquitectura además, es el reflejo de su historia personal por lo cual es inevitable que remita a arquitecturas más antiguas, de personas, historias y todo aquello que exprese la experiencia vital.
A lo largo de su carrera el arquitecto brasileño ha realizado todo tipo de proyectos: casas, oficinas, teatros, fabricas, escuelas, plazas, auditorios, museos, etc.; el equilibrio entre funcionalidad y sensibilidad, técnica y estética son el rasgo que las caracteriza.
Su obra más reciente, el Auditorio Oscar Niemeyer, en Ravelo, Italia, es reflejo de su postura estética e historia personal, por lo que es inevitable que remita a sus proyectos anteriores pero con un lenguaje contemporáneo, que bien puede competir con cualquiera de los proyectos que se realizan actualmente en las ciudades más importantes del mundo.
El proyecto se levanta sobre un acantilado ubicado en la costa sur de Italia. Ni el diseño ni la construcción de esta obra fueron una tarea fácil, pues el terreno donde se desplanta tiene una forma irregular muy estrecha, además de una acentuada pendiente.
El espacio de 1,500 metros cuadrados, alberga un auditorio con capacidad para 400 personas, un escenario semicircular de 167 metros cuadrados, un estudio de grabación, una sala de ensayo y 107 lugares de estacionamiento ubicados en el exterior.
Dentro de la sala se suspenden un plafón integrado por reflectores de metacrilato corrugado que funciona como panel acústico. En el nivel más bajo de la sala se encuentra el área de audio, luces y video.
La gran terraza exterior del auditorio ofrece una vista panorámica de la costa. Una de las características más interesantes del edificio es el sistema hidráulico con el que se puede levantar el escenario al nivel de la entrada, lo que permite integrar el vestíbulo, que por sus dimensiones puede utilizarse como sala de convenciones y exposiciones.
Es importante mencionar que la construcción llevó diez años, comenzó en el 2000 y concluyó a principios del presente año. Durante estos diez años se dieron muchos debates, sobre todo por parte de los ambientalistas quienes reclamaban la posición prominente del edificio sobre la costa de Amalfi. A pesar de las críticas, ni el arquitecto Niemeyer, ni los socios del proyecto, la Fundación Ravello, descartaron en algún momento la construcción del auditorio, ya que el proyecto muestra un profundo respeto por el paisaje natural y por la arquitectura que lo rodea.
Por arq.com.mx
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