
Es sin duda la cubierta una pieza más en el conjunto urbano de una Cartagena cuyo mayor reto arquitectónico es hacer compatibles arquitecturas totalmente diferentes, debido a la diferencia de antigüedad.
La cubierta adquiere una dimensión por tanto de sutura y transición entre condiciones de ciudad distintas en tamaño y estructura. Por un lado consolida las vecinas medianeras, por otro dulcifica su presencia hacia la calle ofreciéndose quebrada; desde el cerro se pliega y se fragmenta y en ese ejercicio se disuelve su dimensión.
Por otra parte, la cubierta ofrece protección a los restos arqueológicos y sombra al visitante. Se hace amable con la excavación apoyándose en ella lo imprescindible y elevándose como una nube blanca para construir un recinto acogedor que permita una adecuada conservación y una visita prometedora y agradable.



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