
El elemento más valioso de la antigua estación es el maravilloso espacio sobre las vías de tren: 20 metros de luz cubiertos por esbelteces y forjas burocráticamente imposibles hoy por hoy. El proyecto gravita en sofisticar ese sencillo espacio lineal para trenes, y adaptarlo a un espacio de experiencia para personas. Un espacio que se pretende centralizado, azul, líquido, excitado, cambiante, consecutivo, cenital, descapotable, teñido, rítmico, indivisible, programable, termodinámico y rentable.
Los programas más experimentales, se desarrollan en este espacio en y entre dos volúmenes ligeros, traslúcidos y facetados. Estos volúmenes cierran y centralizan el espacio principal de múltiples propiedades permitiendo la simultaneidad y concatenación de diferentes eventos.
El espacio va a utilizar el color blanco en sus incorporaciones volumétricas y pavimento. Se utiliza en un sentido fenomenológico y sensual. El blanco es un color con propiedades óptimas para ser excitado y teñido, es el color de las pantallas.
El sol de la costa blanca mediterránea va a ser teñido de azul en el interior por la traslucidez y el color de las placas de cubierta (y de naranja el interior del auditorio durante la puesta de sol). Y, además, va a excitar los paramentos con la contribución del movimiento de unas colosales aspas en rotación, de la cubierta textil motorizada y de las sombras que proporciona una celosía de aros de aluminio que también pacifica el encuentro entre los viejos muros y los nuevos volúmenes.
En el espacio azul no se climatiza el aire. Se climatiza a las personas. Se crean sensaciones térmicas mediante gigantescos ventiladores de techo, el conocido efecto chimenea, el textil descapotable y la posibilidad de activar puntualmente un divertido sistema de niebla fría.



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