Según la leyenda, la ciudad fue fundada por Rómulo (y su hermano Remo, según algunas versiones) en el año 753 a.C. Se han encontrado en la colina Palatina indicios de una aldea de la edad del hierro, de mediados del siglo VIII a.C. La leyenda del rapto de las sabinas y la consiguiente fusión de romanos y sabinos también se apoya en restos arqueológicos constatados. La antigua Roma era un reino basado en dos estamentos, los patricios (nobles) y los plebeyos, que carecían de derechos civiles y políticos. El Senado, o Consejo de Ancianos, elegía a los monarcas y limitaba su poder.
La República de Roma
hacia el 510 a.C. se estableció la República cuando el último monarca, Tarquino el Soberbio, fue destronado. A partir de entonces Roma empezó a absorber las regiones periféricas. A raíz de la invasión gala a principios del siglo IV a.C., se construyó alrededor de la ciudad la llamada Muralla servia. El primer acueducto de Roma se construyó en el siglo 312 a.C.; al mismo tiempo, se construyó la vía Apia que enlazaba la ciudad con el sur de Italia. Roma siguió expandiéndose tanto durante como después de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.). Durante este tiempo se edificó la primera basílica, en el 184 a.C., en el Foro. Tras los asesinatos de los hermanos Tiberio (133 a.C.) y Cayo Sempronio Graco (121 a.C.), quienes habían intentado llevar a cabo una reforma agraria que permitiera acceder a la posesión de tierras a los plebeyos, la ciudad experimentó un periodo de inestabilidad que llegó a su cenit con las guerras civiles del siglo I a.C. Por último, Julio César se convirtió en dictador e instituyó una serie de reformas. El Foro se había sobrecargado de edificios y monumentos, por lo que procedió a su ampliación creando el Foro de César quien también construyó el llamado Foro de Augusto.
El Imperio de Roma
A comienzos de este periodo, Roma se había convertido en el centro del Imperio y de ella partía el sistema viario que ponía en contacto sus diferentes regiones, por lo que bien podía ser considerada como la capital del mundo. El emperador Augusto instituyó las vigilias, o bomberos con poderes policiales debido a los incendios. A pesar de todo, en el 64 d.C., un desastroso incendio destruyó gran parte del centro de la ciudad. Para Nerón, emperador entonces en el poder, esta fue la oportunidad de construir su palacio de la Casa Dorada.
La dinastía Flavia (69-96 d.C.) inició, un programa de obras públicas; la más destacada de éstas fue el anfiteatro conocido como Coliseo, donde se representaban juegos entre gladiadores e incluso batallas navales (naumaquias) sobre el escenario que eran enormemente populares. También eran frecuentes las representaciones gratuitas en teatros públicos. El emperador Trajano mandó construir a principios del siglo II el último de los foros imperiales. Por entonces, los baños termales, algunos incluso con bibliotecas, se habían convertido en una parte esencial de la vida de la ciudad; El emperador Constantino I el Grande fundó la ciudad de Constantinopla para ser la ‘nueva roma’ cristiana. Aunque entonces Roma empezaba a deteriorarse seriamente, se edificaron en este periodo las primeras basílicas cristianas más importantes, entre ellas la de San Pedro.
El declive de la ciudad
En el 410 d.C. y nuevamente en el año 455, las tribus germanas saquearon la ciudad. La invasión de los ostrogodos en el siglo VI, la siguiente reocupación bizantina y la destrucción asociada a estos movimientos contribuyeron a precipitar el declive y la reducción de la población. Con el papa Gregorio I se pudo frenar por un tiempo esta decadencia, pero pronto se convertiría en campo de batalla; Durante la edad media, los barrios edificados disminuyeron hasta que quedaron confinados a las orillas del Tíber, donde se disponía de agua. Sólo uno de los antiguos acueductos sigue hoy en funcionamiento.
La prosperidad de la ciudad empezó a aumentar en el siglo XI, aunque su progreso se hizo más lento a principios del XIV, cuando los papas se instalaron en Aviñón. El papado regresó a Roma en 1377, y en la segunda mitad del siglo XV la ciudad pasó a ser el centro de la cultura renacentista. El inmenso mecenazgo papal sobre las artes enriqueció Roma. Durante el papado de Nicolás V (1447-1455) se repararon las murallas defensivas, se construyeron palacios y se restauraron iglesias. Los más importantes artistas y arquitectos trabajaron entonces en Roma y, a finales del siglo, había sustituido a Florencia como foco del renacimiento. El saqueo de la ciudad en 1527 a manos de mercenarios alemanes supuso un retroceso temporal. No obstante, no fue hasta el papado de Sixto V (1585-1590) cuando se llevó a cabo la modernización del confuso y denso trazado urbano medieval. Se diseñaron tres calles principales que partían, en forma de radios, desde la Piazza del Popolo hacia el centro de la ciudad. Sixto V mandó construir también plazas y fuentes, restauró el acueducto Acqua Felice y algunas antiguas iglesias, y se completó la cúpula de San Pedro.
El estilo barroco que caracteriza la Roma posterior predomina en las edificaciones del siglo XVII. Arquitectos y escultores, como Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, transformaron la cara de la ciudad en estos años. En el siglo XVIII, Roma disfrutó de un periodo de relativa tranquilidad bajo el mandato papal. Los edificios construidos en estilo rococó durante la primera mitad del siglo dieron paso más tarde a otros neoclásicos. En 1797, Napoleon Bonaparte tomó Roma y se apoderó de numerosos tesoros artísticos. Tras el Congreso de Viena de 1815, Roma pasó de nuevo a manos del papado. No obstante, la ocupación de Italia por Napoleón estimuló una reacción nacionalista y, en 1861, Italia se unificó bajo la Casa de Saboya. Pero Roma no se incorporó al Reino de Italia y hasta 1870 no pudo ser ocupada. El papa Pío IX se declaró a sí mismo “prisionero del Vaticano”.
La República de Roma
hacia el 510 a.C. se estableció la República cuando el último monarca, Tarquino el Soberbio, fue destronado. A partir de entonces Roma empezó a absorber las regiones periféricas. A raíz de la invasión gala a principios del siglo IV a.C., se construyó alrededor de la ciudad la llamada Muralla servia. El primer acueducto de Roma se construyó en el siglo 312 a.C.; al mismo tiempo, se construyó la vía Apia que enlazaba la ciudad con el sur de Italia. Roma siguió expandiéndose tanto durante como después de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.). Durante este tiempo se edificó la primera basílica, en el 184 a.C., en el Foro. Tras los asesinatos de los hermanos Tiberio (133 a.C.) y Cayo Sempronio Graco (121 a.C.), quienes habían intentado llevar a cabo una reforma agraria que permitiera acceder a la posesión de tierras a los plebeyos, la ciudad experimentó un periodo de inestabilidad que llegó a su cenit con las guerras civiles del siglo I a.C. Por último, Julio César se convirtió en dictador e instituyó una serie de reformas. El Foro se había sobrecargado de edificios y monumentos, por lo que procedió a su ampliación creando el Foro de César quien también construyó el llamado Foro de Augusto.
El Imperio de Roma
A comienzos de este periodo, Roma se había convertido en el centro del Imperio y de ella partía el sistema viario que ponía en contacto sus diferentes regiones, por lo que bien podía ser considerada como la capital del mundo. El emperador Augusto instituyó las vigilias, o bomberos con poderes policiales debido a los incendios. A pesar de todo, en el 64 d.C., un desastroso incendio destruyó gran parte del centro de la ciudad. Para Nerón, emperador entonces en el poder, esta fue la oportunidad de construir su palacio de la Casa Dorada.
La dinastía Flavia (69-96 d.C.) inició, un programa de obras públicas; la más destacada de éstas fue el anfiteatro conocido como Coliseo, donde se representaban juegos entre gladiadores e incluso batallas navales (naumaquias) sobre el escenario que eran enormemente populares. También eran frecuentes las representaciones gratuitas en teatros públicos. El emperador Trajano mandó construir a principios del siglo II el último de los foros imperiales. Por entonces, los baños termales, algunos incluso con bibliotecas, se habían convertido en una parte esencial de la vida de la ciudad; El emperador Constantino I el Grande fundó la ciudad de Constantinopla para ser la ‘nueva roma’ cristiana. Aunque entonces Roma empezaba a deteriorarse seriamente, se edificaron en este periodo las primeras basílicas cristianas más importantes, entre ellas la de San Pedro.
El declive de la ciudad
En el 410 d.C. y nuevamente en el año 455, las tribus germanas saquearon la ciudad. La invasión de los ostrogodos en el siglo VI, la siguiente reocupación bizantina y la destrucción asociada a estos movimientos contribuyeron a precipitar el declive y la reducción de la población. Con el papa Gregorio I se pudo frenar por un tiempo esta decadencia, pero pronto se convertiría en campo de batalla; Durante la edad media, los barrios edificados disminuyeron hasta que quedaron confinados a las orillas del Tíber, donde se disponía de agua. Sólo uno de los antiguos acueductos sigue hoy en funcionamiento.
La prosperidad de la ciudad empezó a aumentar en el siglo XI, aunque su progreso se hizo más lento a principios del XIV, cuando los papas se instalaron en Aviñón. El papado regresó a Roma en 1377, y en la segunda mitad del siglo XV la ciudad pasó a ser el centro de la cultura renacentista. El inmenso mecenazgo papal sobre las artes enriqueció Roma. Durante el papado de Nicolás V (1447-1455) se repararon las murallas defensivas, se construyeron palacios y se restauraron iglesias. Los más importantes artistas y arquitectos trabajaron entonces en Roma y, a finales del siglo, había sustituido a Florencia como foco del renacimiento. El saqueo de la ciudad en 1527 a manos de mercenarios alemanes supuso un retroceso temporal. No obstante, no fue hasta el papado de Sixto V (1585-1590) cuando se llevó a cabo la modernización del confuso y denso trazado urbano medieval. Se diseñaron tres calles principales que partían, en forma de radios, desde la Piazza del Popolo hacia el centro de la ciudad. Sixto V mandó construir también plazas y fuentes, restauró el acueducto Acqua Felice y algunas antiguas iglesias, y se completó la cúpula de San Pedro.
El estilo barroco que caracteriza la Roma posterior predomina en las edificaciones del siglo XVII. Arquitectos y escultores, como Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, transformaron la cara de la ciudad en estos años. En el siglo XVIII, Roma disfrutó de un periodo de relativa tranquilidad bajo el mandato papal. Los edificios construidos en estilo rococó durante la primera mitad del siglo dieron paso más tarde a otros neoclásicos. En 1797, Napoleon Bonaparte tomó Roma y se apoderó de numerosos tesoros artísticos. Tras el Congreso de Viena de 1815, Roma pasó de nuevo a manos del papado. No obstante, la ocupación de Italia por Napoleón estimuló una reacción nacionalista y, en 1861, Italia se unificó bajo la Casa de Saboya. Pero Roma no se incorporó al Reino de Italia y hasta 1870 no pudo ser ocupada. El papa Pío IX se declaró a sí mismo “prisionero del Vaticano”.
Por iiarquitectos
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